Alberto Chimal y la Nueva Cámara de Maravillas

Por Vanessa Puga

 

Alberto Chimal es un escritor mexicano con mucha actividad en Twitter. Es de los pocos autores (al menos que haya encontrado yo) que sí creen en la idea de la comunicación horizontal que promueven las redes sociales, es decir, los grandes ídolos bajan del pedestal en que están e interactúan con los usuarios, contestando a sus comentarios, dudas, y demás. De hecho, él cuenta con una bitácora llamada Las Historias donde realiza un concurso de creación literaria una vez al mes, promoviendo la creatividad entre sus lectores.

Fue, igual, gracias a Twitter, que nos pusimos en contacto. Un sábado nos lanzamos Aidé y yo, armadas con nuestras respectivas herramientas (cámara de fotos ella, mi teléfono para grabar audio, papel y pluma para tomar notas) , a la cafetería de la Librería del Fondo ce Cultura Económica Rosario Castellanos para verlo y charlar con él, de redes sociales, su más reciente libro El viajero del tiempo surgido en Twitter, y lo que es importante para él como escritor en un mundo donde la pantalla de la computadora parece ser lo más vital para muchos.

Como usuario de las redes sociales, ¿qué opina de los grandes autores que siguen usándolas para la comunicación vertical, que no se bajan de su pedestal?

Me parece que es un desperdicio de las posibilidades de la redes. Entiendo ese comportamiento sobre todo en cierto tipo de personas, en aquéllas que deben su prestigio o su fama a los medios, que son en general las grandes celebridades de las redes sociales, que demuestran que esta época sigue pesando la televisión. Una cuenta cualquiera de una celebridad puede tener 2 tweets y tener un millón de seguidores de un día para otro porque lo que cuenta es la fama. Estas personas mantienen la adoración del líder o del rebaño. Ciertos individuos tienen mayor admiración de seguidores manteniéndose aislados y manteniendo una relación aislada de quienes lo veneran y que de alguna manera incrementan ciertos aspectos de la adoración con esa distancia.

Lo entiendo pero me parece un desperdicio de los recursos al alcance de cualquiera en Internet. Me parecen más admirables quienes dentro de la propia red se construyen una reputación. En algunos casos no es muy interesante. A veces son voces totalmente insustanciables, cosas que se leen por una especia de entretenimiento inmediato como el que daría una celebridad en la tv, se leen por las mismas razones pero por otros medios. Lo que me gusta es no repetir lo que ya se sabe. Se me hace muchísimo más valioso.

El Viajero del Tiempo es un libro creado a partir de las redes sociales ¿cómo fue la recopilación?

Costó como un año de trabajo. No e smuy distinto de escribir un libro cualquiera: re-leer corregir, la restricción fundamental que ofrece una herramienta como ésta es el tamaño. Pero esa misma restricción es similar a la que han tenido autores de otros gñeneros, como los sonetos, haikus, cualquier clase de forma fija. Se enfrenta a los mismos problemas: cómo evitar que la escritura pre-establecida sea una traba sino una estímulo creativo.

Hay un prejuicio en contra de las herramientas digitales qwue creo que viene de cierto elitismo: como todo mundo tiene acceso a ello, no puede tener nada bueno. Da pie a un fenómeno muy curioso: cuando algún medio llega a meterse con redes sociales o herramientas digitales, lo más destacado es la obra de gente ya consagrada o conocida fuera del medio sin importar el mérito que realmente tengan en Internet, lo cual me parece una forma de no saberlo aprovechar o entender.

Conaculta impulsó mucho lo digital el año pasado, incluyendo el Simposio del Libro Electrónico y el Seminario de Nuevas Rutas para el Periodismo Cultural Digital ¿se cayó en esa crítica continúa o desprecio a las nuevas tecnologías?

El simposio tuvo sus pros y sus contras, Sí se abordó el presente del libro electrónico desde una perspectiva más abierta. Algunos exponentes fueron decepcionantes “no me gusta el e-book, sólo el impreso” y ya. Algunos sólo hablaron de procesos mercantiles y no mucho más. Aunque sí hubo quien intentó involucrarse en las herramientas digitales en sí, eso sí fue interesante.

Posdata, la editorial que editó El Viajero del Tiempo es una pequeña editorial de Monterrey ¿está ligada a Conaculta? ¿por qué el libro con ellos y no con una de las grandes casas editoriales?

Ellos me invitaron. Me dijeron que estaban haciendo una colección de minificción, es la primera en México. Me pareció un proyecto interesante. No tan estrecho como 140 caracteres, el otro libro que inaugura tiene relatos de hasta una página. No todo es tan breve, pueden ser página y media, dos páginas y aún tienen este carácter insinuante de la minificción. Los límites siempre son difíciles de establecer en cualquier género. No todo se acaba de concretar en la lectura, ciertas pistas quedan plantadas en la cabeza del lector y concluyen después: es una semilla que germina o una bomba que explota. Se puede hacer en 140 caracteres o un poco más extenso.

Muchas de estas colecciones independientes son la única vía para que ciertos textos lleguen a un público. Si yo hubiese ido a una editorial grande me hubieran cerrado la puerta en la cara porque estos textos no cuadran con la idea de ciertas editoriales.

Claro que sin la invitación de Posdata hubiera buscado el publicarlo por otro lado. En esta época algo de lo que está cambiando con la narrativa actual es que esa imagen tradicional del escritor como artista se empieza a deteriorar. Ya hay gente que predica el ser creador de contenidos para difusión. Hay quienes ven qué vende (tamaño, extensión, capítulos) para obtener beneficio económico. Se está tendiendo a este modelo de la industria estadounidense (aunque la mexicana no lo puede soñar todavía). No necesariamente tenemos que irnos todos a la misma dirección, incluso en un medio tan raquítico como el nuestro, acercarse a los lectores con cosas como éstas que de alguna manera propongan una experiencia distinta, o que no es la que se espera. Ni siquiera significa que este libro esté pensado para una élite, creo que el esfuerzo que implica la hechura de este libro también implica la creación de cierts características que requieren una lectura más rigurosa y más atenta, al mismo tiempo que puede ser disfrutado por un lector de los de a pie, a veces ciertos colegas los desprecian. A mí me gusta que ambos puedan disfrutar un libro como éste.

La opinión dominante antes era la de Octavio Paz: “la crítica que de veras cuenta es la del intelectual”; a mi parece que se pueden tener las dos cosas: un texto con un nivel simple de lectura simple, visceral, y otra lectura más profunda.

Cuando se pone a escribir, ¿lo hace con algún tipo de lector en mente?

Creo que me propongo escritura… sin un lector particular, estoy tratando de hacer un texto que a mí me gustara leer. Estoy tratando de hacer una serie de textos que de alguna manera puedan dejarse leer de maneras diferentes. Hasta ahí llega lo que deseo plantearme, que en cierto modo no es poco. Me parece que tratar de lograr ambas cosas a la vez no es poco.

¿Qué se siente ver tweets como “El viajero del tiempo ya estuvo en la presentación del libro y sabe que fue un rotundo éxito”?

¡Eso estuvo muy bueno! Me hizo muy feliz: la gente está haciendo suyo a este personaje. Se va creando de un modo extraño no sólo un personaje sino un mundo con varios argumentos posibles.

¿Cuál es la experiencia con los concursos que salen mes con mes en su blog Las historias?

El año pasado se lanzó una antología con cuentos de Las Historias. Se reúnen los primeros 5 años de los concursos, ilustrados por alumnos de  la ENAP. Es una creación comunal, no colectiva: es una comunidad de escritores noveles que se reúnen en este foro virtual que son Las Historias.

¿De dónde surge la idea de Las Historias?

Yo quería enfocar una bitácora en cierta dirección y elegí algo que me interesa mucho que es la creación literaria, un blog relacionado con la creación, que incluye un concurso como estímulo creativo, ejercicios, nortes, consideraciones sobre la escritura, un cuento de muestra cada mes, una antología que voy armando, todo orientado a la gente que quiere escribir. No es proveer comentarios críticos, sino referirse al oficio de la escritura. Mi intención era ver qué tanto se podía mantener, se ha mantenido muy bien, con muchos lectores, y me parece que sí por lo menos llena o satisface esa necesidad de buscar estímulo creativo en los lectores.

El oficio de la escritura… ¿es un oficio devaluado, ya se ve más por Internet o cuál es la situación en que se encuentra ante el boom tecnológico?

Temo que está más devaluado. Las herramientas digitales puede crear cualquier tipo de público: sin exigencia alguna o buscando algo más enriquecedor que antes: por un lado porque se confunde la facilidad de publicación con la facilidad de trabajo. Se pueden encontrar cosas sin calidad, lo que sea, por malo que sea, con el botón de “me gusta” apretado…. Hay un público al que no le interesa la calidad, y es el mayoritario. Eso por un lado, por el otro, está lo mercalintizador, a muchos todavía no les interesa acentuar los aspectos del trabajo literario sino crear su propia imagen.

Quizá el oficio literario no es intrínsicamente admirable para alguien a quien no le interesan estas cosas. Para bien o para mal decidí que me gustan estas cosas, por eso mi bitácora.

¿Qué disfruta más: la interacción en Internet o los talleres en vivo y en directo?

Nada puede suplir a un buen grupo de taller, discusiones interesantes, que haya este ambiente muy particular de camaradería que no destruye la crítica. Al mismo tiempo crear y fortalecer lazos humanos nos hace falta. Lograr un progreso en lo que se trabaja. Muchos talleres son como pasarela de egos y no se trabaja o terapia de grupo donde cada persona recibe apapacho de todos los demás, y tampoco se trabaja. Que en un taller se trabaje, por lo que me cuentan, suele ser raro. Mi mayor inspiración es que se trabaje, eso es muy importante. Por otra parte la metáfora que me gusta para mi trabajo en línea es otra cosa: no siempre es una actividad tan facilitadora de lazos. Sí es una actividad creativa en otro sentido.

Antes de que existieran los museos había estas colecciones de objetos raros, extraños, en las cortes europeas, en las universidades, las llamaban gabinetes de curiosidades o más poéticamente cámaras de maravillas. Eran caóticas, sin orden ni propósito didáctico: eran las cosas hermosas, raras, las ponían ahí con la intención de causar asombro: un diamante, un mapa del mundo, qué sé yo. Cuando se crean los museos se deshecha la idea de la cámara de las maravillas. Pero resulta que esta práctica resulta en la Internet. Como la red es tan grande, tan vasta, tan caótica, y es imposible de cartografiar, resulta que no es posible trazar una guía total, se puede hacer un acopio de lo que llama la atención, una especie de cámara de maravillas. De cierta forma es lo que intento hacer yo en las redes sociales, particularmente en Twitter. Una persona que sigue este trayecto de publicaciones ve 1) lo que me interesa y 2) se puede encontrar con cosas que le pueden parecer interesantes. En todo lo que comparto existe la posibilidad de descubrimiento. Yo lo encuentro valioso en gente que hace algo similar. Lo valioso en la cámara de maravillas es algo que puede servir para trazar un camino en la red y al mismo tiempo proveer de otra posibilidad expresiva. Quien hace el acopio, la selección pone un poco de su personalidad en ello: es una forma de auto-retratarse. Es una experiencia gozosa. El ñenfasis está siempre en esta creación de información más general y supongo que eso ha llamado la atención de mucha gente: cerca de 45 000 seguidores en Twitter.

La pregunta obligada y de cliché ¿desde cuándo surgió su interés en la literatura?

Desde antes de aprender a leer. En casa de mi madre contaban muchos cuentos y perduró ese interés en mí aún después de la edad en la que se le leen a los libros. Tuve que aprender a leer para seguir alimentando ese interés. Había un librero con novelas, tratados de varios tipos, libros de divulgación, y todo lo leí. De ese contacto tan libre y tan abierto vino mi interés también por escribir. Estudié Letras y la Maestría en literatura comparada. Antes de empezar con eso ya estaba yo escribiendo. Mi primer libro salió cuando yo tenía 16 años. Estoy seguro de que no es un buen libro, pero desde entonces yo quería hacer esto.

Esto fue siempre lo que quise hacer. Hasta el momento he tenido la fortuna de haber hecho lo que he querido. Nunca he tenido que estar atado. He escrito de lo que he querido y bien o mal en mis propios términos. Es una satisfacción personal. Me parece que a veces se comete el error o se está en peligro de olvidar cierta parte del proceso de escribir: la parte personal, íntima, lo que uno descubre de sí mismo al tiempo que está escribiendo. Es algo que ahora se pierde. Yo sigo disfrutándolo y por eso soy afortunado.

No dejen de seguir a Alberto Chimal vía Twitter como @albertochimal y participen en esa Cámara de las maravillas que él va construyendo. También les recomiendo mucho el blog de Las Hitorias.

Esto fue Música y Letras al grito de Kya!

Por Vanessa Puga

 

Después de llevar más de un mes anunciándolo, el pasado sábado 10 de marzo, ocurrió finalmente, el tan esperado primer encuentro entre los que estamos detrás de esta pantalla y los que están frente a ella.

Previo al evento, se tenía al staff ensayando y preparando material de calidad, se planeaban sorpresas entre muchas risas y al fin, el sábado tuvimos la oportunidad de plantarnos frente a ustedes, queridos lectores, y compartir una velada de Literatura y Música.

Les confieso que el staff llegó varias horas antes de la hora citada para dar una última repasada a lo que representaríamos para ustedes, pues si bien habíamos anunciado que era una convencional lectura de cuentos, decidimos hacerla un poco teatralizada para que no fuera de flojera absoluta. Además, para sorprenderlos a todos, le pedimos a Antonio Briseño, lector y amigo de la revista (que además ganó el 3º lugar en nuestro concurso de cuento) que nos ayudara a darle más punch al evento.

A partir de las 7:00 p.m. los invitados empezaron a llegar y a ocupar una que otra mesa. Luz María Santana y Enrique Durán, cantante y guitarrista respectivamente, llegaron también a esa hora a montar su equipo: ellos serían el aderezo musical de la noche.

En menos de lo que puedo contárselos vimos como las mesas se fueron ocupando, hasta que llegó el punto en que era un poco difícil caminar entre una y otra ¡fue un lleno total! Con decirles que, felizmente para nosotros, nos faltaron sillas para que la gente se sentara.

Dimos la primera, la segunda y la tercera llamada y una servidora dio la bienvenida a todos los presentes. Confieso que la emoción me abrumaba y nunca le comenté al público que verían a todo el staff Kya mezclados entre los asistentes: Aidé y Bruno se deslizaban entre las mesas tomando fotos; grabando video (que en esta semana les compartiremos) estaba Paola, nuestra encargada de Relaciones Públicas; escuchando y echando porras estaban Adriana Cantoral, Erik Pérez… hasta teníamos a algunos ex miembros del staff con nosotros como Marcela Ventura y Alberto Ángeles.

LuzMa arrancó con la canción Esperaré para dar así entrada al cuento titulado Gabriel fue ahí donde comenzó la noche con una breve y dramática interrupción de Antonio para ir previniendo al público que nada sería plano en nuestro evento. Gabriel fue narrado por mí, acompañado de las voces de Rosario Loperena y Héctor Chávez. La segunda canción de la noche fue Smooth Operator, que dio entrada a La prisión, el juicio, cuento de Analy Zárraga. La autora, acompañada nuevamente por mí y por Rosario, dio voz femenina a la locura masculina. La siguiente intervención musical fue Lovefool, que dio paso a Héctor Chávez con su soliloquio El túnel.  Entró Carta Urgente para dar una entrada tranquila a un cuento duro e intenso de la pluma de Rosario: La llorona. De fondo musical, la canción del mismo nombre sonaba mientras las voces de Rosario, Héctor y Antonio tenían a la audiencia cautiva ante las imágenes que dibujaban en el lienzo de la imaginación. LuzMa nos regaló una bella interpretación de Pictures of my life, antes de que llegáramos al punto culmen de la noche: la lectura de Escape en teletransportador cuento de Mildred Pérez.

Mildred estaba presente, en una mesa con toda la porra oficial que la acompañaba para demostrarle el cariño y apoyo. Todos los miembros del staff Kya nos sentíamos emocionados por tan buena respuesta de parte de la ganadora del concurso y sus seres queridos. Nosotros, un poco nerviosos antes de iniciar lectura ¿le gustaría a Mildred nuestra interpretación?

Sin dar el título ni ningún aviso previo, alcé la voz lo más que pude, parada junto a la puerta de Casa Azul, y exclamé “Damián estaba viendo fotos del búnker de Marcos…” con lo que capté toda la atención del público. Héctor y Antonio dieron vida a Damián y Hugo, los personajes del cuento de Mildred. Nos sumergimos en la lectura hasta concluir con el tema de 2001: Odisea en el espacio que dio el cierre con broche de oro que merecía el cuento ganador.

Pero no concluyó ahí nuestro reconocimiento para Mildred: Carmen Banhart, nuestra ilustradora, llevó en papel albanene los dibujos que hizo ex profeso para el cuento de Mildred y entre aplausos se le hizo entrega a Mildred de estos dibujos.

Para cerrar la noche, sonó Right as rain en voz de LuzMa. La noche había sido un éxito rotundo y varias personas comentaron que esperaban la invitación a la siguiente velada. No sé decirles cuando será, pero les aseguro que por supuesto tendremos muchas más veladas así.

Todos los asistentes se llevaron los cinco cuentos impresos en sus programas, así como un sticker del logo de Kya, pero ante todo se llevaron un buen sabor de boca.

Nosotros, el staff Kya, queremos agradecerles a todos los asistentes por acompañarnos y hacer de la velada un éxito rotundo. También agradecemos infinito a Casa Azul por darnos el espacio; Luz María Santana y Enrique Durán, gracias por prestarnos su talento musical y a Gustavo Camarillo, de Echoes Producciones, por facilitarnos la creación de este evento. ¡Nos vemos en el que sigue!

Siniestro

Por Antonio Briseño, 3er Lugar

Primer Concurso de Cuento Kya!

Ilustrado por Carmen Banhart

El público ha guardado silencio, pues la tercera llamada ha salido desde la cabina de audio de la sala de conciertos. La luz de la sala se apaga, el escenario se ilumina, los músicos se aprestan para tocar. El director sale –recibido por los aplausos del respetable– por una puerta camuflada en la pared de madera que limita al escenario en su costado derecho. Él se presenta ante el público. Saluda, con un beso en la mano, a la violinista principal, luego, sube a su pequeño zócalo desde donde dirigirá a la orquesta. Afina los últimos detalles, se acomoda los puños de la camisa blanca abrochadas con unas mancuernillas de plata, levanta las manos al tiempo que los músicos expectantes esperan la señal, como si fueran pilotos de carreras esperando la luz verde del semáforo para salir a ganar el primer lugar, y entonces sólo un violín suena, un segundo intenta emparejar su sonido con el primero. En el mismo instante una flauta comenzó con una nota a la mitad. El director de orquesta se sobresalta, sólo un violín comenzó a su indicación, el segundo siguió al primero y, la flauta, comenzó medio tiempo tarde. La seña del director es enérgica, decidida. Sus dos manos muestran las palmas para indicar a los instrumentos que detengan su interpretación, pues para este momento ya todos intentaban alcanzar al violín que arrancó al momento.

Tres golpes ligeros de la batuta en la base que sostiene las partituras del director y, de nuevo levanta las manos, los puños blancos de su camisa se asoman bajo las mangas del saco de su smoking, las mancuernillas reflejan una chispa de luz, similar al guiño de unos lindos ojos femeninos: uno, dos y tres tiempos marcados por ambas manos del director para prevenir a los músicos y de nuevo la mano que empuña la batuta comienza a flotar con artística suavidad en el aire… De nuevo el mismo violín lo siguió, el resto de la orquesta, volvió a no comenzar a tocar en tiempo. Del lado derecho, un violonccelista no puede evitarlo y le regala al público una sonrisa burlona, o quizá nerviosa. Del otro lado la chica que toca el arpa se seca el sudor de la frente, producto de los nervios que a la vez son producto de la impotencia de no poder seguir la instrucción primera y entonces quedar mal ante el público. El director voltea muy levemente para mirar al público, pero sólo de reojo. Quienes están sentados en el extremo derecho alcanzan a ver la cara sonrojada por la pena, o por el coraje (yo no sé) del director. Un irrespetuoso silba, como para burlarse. El director no puede más (recordemos que los artistas usan los sentimientos a flor de piel) y estalla en llanto. Aunque no da la cara al público, ellos se dan cuenta por la suave, muy suave convulsión que experimenta su cuerpo, típica de aquellos que lloran. El público guarda silencio, es un momento incómodo, nadie sabe qué pasa. Algunos músicos, contagiados por el llanto tan sentimental del director, hacen pucheros para contener el propio llanto, pues al igual que la risa, llorar es contagioso, basta con que una persona comience para que el alma de quienes comprenden su dolor se entristezca y sientan la necesidad de acompañarlo haciendo la misma acción. Con la cara sostenida por sus manos –cuyos dedos índices e intermedios están lo suficientemente abiertos para dejar hacer su trabajo a ambos ojos– el director camina rumbo a la puerta de madera camuflada en la pared del costado derecho del escenario. La puerta se abre, el director desaparece por el hueco que dejó la puerta al abrirse y luego, la puerta se vuelve a cerrar.

¿Qué fue lo que pasó? ¿El director de orquesta no pudo dirigir? ¿Acaso la orquesta no pudo seguir la dirección del hombre que abrochaba los puños de su camisa con mancuernillas de plata? El público tenía estas preguntas en la cabeza, trataba de resolverlas sin acertar a dar una respuesta lógica, convincente. Nadie se movía, a pesar de que el espectáculo había terminado sin comenzar, el público no se retiraba de la sala de conciertos. En el escenario, la violinista que fue saludada con un beso en la mano por el director de orquesta se levantó de su lugar (algunos afirman que llevaba una lágrima en su mejilla, pero no lo podría yo confirmar, no noté ese detalle) y fue hacia la puerta camuflada en el costado de la pared, pero esta no se movió, así que la violinista tuvo que abrirla y entrar en la pared. Lo hizo tan deprisa que olvidó cerrar la puerta. Movidos por inercia, el resto de los músicos hizo lo mismo. Pronto el escenario quedó vacío.

Frente al escenario, al ver que no recibía, ni recibiría explicación alguna, el público fue abandonando la sala, estaban tan consternados, tan tristes por el pobre hombre que no pudo dirigir una orquesta, que no pidieron explicación, ni reembolso ni nada. Simplemente se fueron. El público estaba condenado a no saber la causa de ese fracaso.

Los narradores, en tanto que no sean uno los protagonistas de la historia que narran, siempre tienen el privilegio de saber absolutamente todo lo que ocurre en esa historia que cuentan. Así que en este momento yo me serviré de ese privilegio para explicar que fue lo que ocurrió y, usted, amigo lector, no se quede con las mismas preguntas que el público en la cabeza. Sucede que el día anterior al concierto, el director titular de la orquesta sufrió un ligero accidente que le impedía mover sus manos como lo hacen los directores de orquesta. Así que nuestro amigo cuyas mangas de su camisa blanca estaban abrochadas con mancuernillas de plata, era un director suplente, contratado especialmente para emergencias como esta. Esto significa que él no conocía a la orquesta, ni la orquesta lo conocía a él. Seguramente se pensará que, aunque no se conozcan, son unos profesionales y que el no conocerse no puede ser motivo del fracaso del concierto en cuestión. Y sí, en efecto quien alegue con este argumento generalmente tendrá la razón. Pero aquí hay otro detalle que no hemos tomado en cuenta: el director suplente era zurdo. ¿Era zurdo? Si, ¡era zurdo! Seguramente, querido lector, usted se preguntará cuál es la relación entre ser zurdo y no poder dirigir una orquesta. La respuesta es fácil: Casi todos los miembros de la orquesta eran diestros y pensaban como tales, así que, cuando el director meneaba artísticamente las manos en el aire, todos miraban atentos la mano derecha del director esperando la indicación para comenzar a producir sonidos con sus respectivos instrumentos, pero el director, daba esa instrucción con su mano izquierda. El fracaso en el concierto entonces no fue una falta de incapacidad, sino un error de comunicación, pues, ¡el director decía instrucciones en lenguaje zurdo, y los músicos esperaban recibir las instrucciones en lenguaje diestro! Si tan solo el público de aquel concierto hubiera sabido esto, no hubiera sentido lástima por el director que dejaba asomar los puños de su camisa blanca cuando levantaba los brazos y las mangas del saco de su smoking se recorrían un poco sobre sus brazos. En fin, será algo que jamás podrán ellos saber, pues no gozan del privilegio del narrador. Al menos no en esta historia. Una última cosa por aclarar: ¿por qué un violinista sí fue capaz de entrar al tiempo que el director mandó? Simple y sencillamente porque usaba el mismo lenguaje que el director, en efecto, también era siniestro.

Fue la música

Por Ximena Cuenca, 2do Lugar

Primer Concurso de Cuento Kya!

Ilustrado por Carmen Banhart

 

Haz música con mis cenizas, le dijo una vez que caminaban por el parque.

Fue el otoño. Fueron las hojas que crujían bajo sus pisadas. Fue la tarde con sol y ráfagas heladas o fue aquel organillero que interpuso su brazo cuando pasaron frente a él. El Abuelo no lo ignoró como hicieron los demás abuelos que caminaban con sus nietos. El Abuelo, que se dedicaba a la música también, metió sus manos en ambas bolsas del pantalón y encontró un par de monedas que tiró en el plato rojo que le estiró aquel hombre con mirada ausente.

Empatía o lástima o la combinación de las dos.

Fue el momento de todo cuando El Abuelo se lo pidió, lo de hacer música con sus cenizas.

Pero abuelo, eso es imposible, cuando las personas se mueren se van al cielo. ¿Y sabes qué pasa con el cuerpo que dejan aquí en la tierra? Sí, su familia los entierra. ¿Y sabes qué pasa con esos cuerpos enterrados? Eso es fácil, ¡se convierten en horribles esqueletos!. ¿Y sabes cómo llegan a ser eso? Haces muchas preguntas abuelo, no lo sé todo. Pues el cuerpo se infla y después de unos días suelta gases, así es como las personas se convierten en comida para insectos. Imagínate eso nada más, terminamos siendo almuerzo para moscas y gusanos. Pero los insectos son animales muy chiquitos. ¿Cómo se pueden comer un cuerpo tan grande ellos solos? No hijo, la descomposición de un cuerpo es un proceso que lleva meses y a veces, hasta años.

Pero tú nunca te vas a morir, abuelo.

Y El Abuelo detuvo el paso.

Ya te lo enseñarán en la escuela pequeño Ray, que todos los seres vivos nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos. Un día de estos yo no voy a estar aquí. Por eso te digo que de muerto quiero ser música.

Fue que llegaron a un árbol grande y robusto donde ya los esperaban el trombón, la batería y el bajo. Fue que El Abuelo se descolgó el estuche de la trompeta y se reunió con sus compañeros de grupo para armonizar, como cada viernes por la tarde, aquella zona del parque. Ellos no cobraban ni ponían un sombrero en el suelo para recolectar dinero, todo se trataba sobre el amor desinteresado a la música y de hacer que la gente que se iba reuniendo alrededor de ellos moviera la cabeza de un lado a otro o que golpeara los pies contra el piso.

Aquella misma noche Ray Carlos no pudo dormir. Trató de imaginar lo que quería El Abuelo y cómo sería posible llevarlo a cabo. ¿Debería hacer una mezcla con cenizas, harina y agua para modelar el piano que tocaba todas las tardes? Al pequeño Ray le gustaba sentarse junto a él para que le contara la historia del músico ciego de blues que tanto admiraba, pero recordó que eso de la plastilina no se le daba mucho y que aquello que hiciera se parecería a todo menos a un piano.

Pensó en el Resistol.

Podría embarrar el pegamento en una de las hojas de su cuaderno de música ya que eran casi iguales a las que tenía el abuelo en el piano o, al menos, tenían las mismas líneas horizontales. Entonces dejaría caer las cenizas sobre el papel, como si fueran brillantina, sacudiría el exceso y quedarían pegadas las partes de El Abuelo que tuvieran que quedar ahí, adheridas. Luego le pediría a su maestro de música que le copiara una canción de un Louis Armstrong que tanto mencionaba. Así no sólo sería música, también sería la melodía de uno de sus trompetistas favoritos.

Lo pensó bien. No era suficiente.

Además, su maestro de música que tenía unos modos tan delicados no querría escribir sobre el polvo de un muerto. Imaginó su cara de asco.

Se le ocurrió, por consiguiente,  que tendría que convertirse en inventor.

¿Qué tal que descubría una fórmula para hacer con las cenizas de la gente de esos discos grandes y negros que guardaba El Abuelo en fundas de cartón? Sólo bastaría con grabarlo tocar alguno de todos los instrumentos que sabía y así, cuando llegara el momento, las cenizas se convertirían en ese disco.

Sería muy padre poder reproducir al abuelo en el tocadiscos, pensó con entusiasmo.

Pero luego razonó que era poco probable que las cenizas fueran buenas propagadoras de sonido.

El Abuelo y yo estamos locos, concluyó. Las cenizas no pueden convertirse en música. No hay manera.

Y aquella misma noche desistió de cualquiera de sus ideas.

Ray Carlos atravesaba la pubertad cuando algo cambió en El Abuelo. Comenzó con el curso escolar: ¿en qué año vas, hijo?, le preguntaba cuando lo veía hacer su tarea y Ray Carlos, que carecía de autoridad sobre sus hormonas, le respondía sobresaltado. Te lo he dicho cien veces, pon más atención a lo que te dice la gente, no todo es la música.

Esfuerzo inútil.

Al cabo de una o dos semanas lo volvía a cuestionar.

Luego, evolucionó hacia dos preguntas más. ¿Cómo va la escuela?, ¿ya sabes que quieres estudiar? Quiero ser músico como tú, ya lo sabes. Pero el acetato rayado se repetía sobre las mismas pistas una y otra vez. Ray Carlos llegó a encerrarse en su habitación tras llegar de la escuela para evitar la plática.

Las preguntas dejaron de bastar. El loop se extendió hacia la historia de aquel músico ciego de blues.

Hit the road, Jack. Hit the road, Jack. Hit the road, Jack.

El viejo un día salió a la calle y no regresó hasta la mañana siguiente. Lo siento, se disculpó. La calle se me movió. No la encontraba.

Le avergonzó confesar que había olvidado la dirección, aunque todos lo sabían.

Llegó el día en que Ray Carlos encontró a El Abuelo sentado, en la sala, con la mirada fija en un algo en el que era probable que no existiera nada. ¿Qué pasa? Y en su rostro ajado observó el miedo de quien percibe su propia descomposición cuando le dijo que no podía recordar dónde había dejado la trompeta.

Él podía olvidarse de todo, más no de sus instrumentos. Ray Carlos entrevió una catástrofe.

Comenzó a espiarlo.

No solo olvidó el lugar de los instrumentos, cuando los encontraba, los observaba un rato, los tomaba, los examinaba y los volvía a dejar donde los había encontrado. La música dejó de escucharse en la casa, El Abuelo había dejado de hacerla. O fue que la cambió por los episodios de llanto que a veces se escuchaban en el interior de su cuarto.

¿Quién era Louis Armstrong?

¿Qué árbol grande y robusto?

No sabía de nadie que tocara el trombón, la batería o el bajo.

El piano se empolvó.

Desconoció las octavas y los silencios

¿Jazz?, ¿j-a-z-z?, ¿ja..z…z?

Balbuceos por palabras.

El Abuelo desnombrado.

Y después de varios años la cinta magnética se rompió.

El único que recordó los deseos de El Abuelo fue Ray Carlos, quien abogó porque cremaran el cuerpo que el resto de la familia quería enterrar. Repasó aquella petición en el parque más de cien veces e imaginó de manera proporcional las posibilidades que tendría para lograr lo irrealizable.

Te voy a fallar, pensó cuando llegó con sus padres a la iglesia donde las cenizas irían a ser guardadas.

Una corriente le heló el rostro cuando pasaron cerca de un árbol robusto y enorme. También era otoño y también había sol a pesar del frío. También crujieron decenas de hojas inertes bajo los pies de los presentes y en una ráfaga escuchó su voz.

Divisó la urna. Nadie le prestaba atención.

El Abuelo se encontraba solo, encima de una mesa.

Ray Carlos corrió sin pensarlo, tomó la vasija y nadie pudo detenerlo cuando abrió la tapa y las cenizas se esparcieron en el viento que silbaba con las hojas de todos los árboles y las hojas secas.

Todos escucharon la velocidad de la ausencia.

Sí, fue la música.

Escape en Teletransportador

Por Mildred Pérez, ganadora del 1er Lugar

Ilustrado por Carmen Banhart

Concurso de Cuento Kya!


Damián veía fotos del búnker donde se refugiaría cuando Hugo entró al cuarto.

-¡Tengo la solución!

Damián cerró la lap top y miró con fastidio a su compañero de piso.

-No empieces otra vez.

-¡Voy a construir un teletransportador!

Damián se puso de pie y se dirigió a la puerta.

-¡Espera! ¡Primero escúchame!

-Oí suficiente, quítate.

-¡Sólo así sobreviviremos la catástrofe!

-Estás completamente loco.

Hugo corrió hasta la puerta y se interpuso en el camino de Damián, si no lo detenía se iría al búnker de Marcos, quien jamás dejaría que él entrase; se había tirado a su novia hace unos meses.

-¿Sabes cuál es tu problema, Damián? No tienes fe en nada.

-Tú a mí no me hables de fe. Además, ¿cómo diablos planeas construir un teletransportador?

Hugo odiaba el tono burlón de Damián, pero en lugar de golpearlo, respiró hondo y recordó que llevaba más de un año viviendo en el departamento de su amigo, sin pagar un peso de renta.

 -Todo lo que necesito es tu lap top.

Damián se rió y miró a Hugo como si hubiera perdido la razón.

-¡Es eso o quedarnos a morir aquí, Damián! Tú decides.

-¿Quedarnos? Yo ya me iba, Hugo, tengo un lugar reservado en el búnker de Marcos.

-Sabes que nunca me dejará entrar.

-No estás invitado.

-¿Vas a depender de ese güey toda la vida? Será el tirano de esa comuna, tú lo sabes. Tendrás que acatar sus órdenes y ese búnker será un infierno del que nunca podrás escapar. ¿Habías pensando en eso?

Damián recordó que el libro favorito de Marcos era El príncipe de Maquiavelo y que su modelo a seguir era Adolfo Hitler. Volvió a sentarse y, aturdido, se dispuso a escuchar el plan de Hugo.

-Sólo dime cómo vas a construir eso con mi lap top.

Damián no podía creer que estaba discutiendo algo tan insólito con un adicto al crack.

-Desde hace años tengo todo armado, sólo déjame encontrar mi diskette.

Diskette! ¡Hoy en día las computadoras no usan diskette!

-No puede ser –contestó Hugo, con la mandíbula más trabada que nunca.

Damián salió furioso, con todo y lap top. Se detuvo en el puesto de periódico: “¡Fin del mundo inminente!”, “Búnkers: cupo agotado” y “El Papa Benedicto sugiere orar” eran algunos de los encabezados. Todo ese pánico asqueaba a Damián. Ver a la gente correr de un lado a otro, sin rumbo, con maletas, como si hubiera un avión que tomar a algún lugar seguro, le parecía estúpido. La única salvación eran los búnkers y ya no había cupo, pero él no tenía de qué preocuparse, ya tenía su lugar en el de Marcos, ese amigo que se sabía de memoria pasajes de Mein Kampf; que creía que había que someter a los “seres inferiores” e infundirles miedo para que nunca intentaran escapar. También recordó que, para entrar al búnker, Marcos exigía que nadie ingresara con aparatos electrónicos, pues quería una comuna libre de cualquier tipo de nuevas tecnologías, “las verdaderas culpables del fin del mundo”, según él.

            Cuando Damián abrió la puerta de su departamento, encontró a Hugo muy agitado, dentro de algo parecido a una nave especial hecha de cartón. El asiento era el sillón de la sala, la parte frontal consistía en la televisión, el techo era la cobija de Damián, un costado era la cajonera de Hugo, y el otro era una puerta corrediza, también hecha de cartón.

-¿Se puede saber qué estás haciendo?
-¿Qué no ves? ¿Y tú, qué no ibas al búnker de tu amigo Marcos?

-Recordé que están prohibidas las lap tops. Toma, te la regalo.

Hugo se conmovió hasta las lágrimas, luego recordó que Damián había decidido abandonarlo.

-No quiero tu pinche lap. Ni tiene para diskette. Además, ya terminé el teletransportador.

Damián vio que dentro de la nave había una mesita y, sobre ella, encendedores, pipas y bolistas con piedras blancas. La imagen en la televisión era el inicio de 2001: Una odisea del espacio. Hugo sostenía el control del reproductor de DVD, con el índice listo sobre el botón de play.

-Vamos, Damián. Se acaba el tiempo –dijo Hugo con los ojos más negros del mundo.

Damián sonrió y entró al teletransportador, ocupó su sitio, cerró la puerta y Hugo apretó play.

Especial de Cuaresma

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Por Chef Luis Aranda

Bienvenidos, yo soy Luis Aranda una vez más trayéndoles los tips del Chef

Amigos, hace pocos días dimos inicio a la época de Cuaresma, el pasado miércoles 22 de febrero fue miércoles de ceniza, y con esto dimos banderazo al cambio radical de época, dejamos atrás las costumbres de invierno y comenzamos con las de primavera, aunque el inicio oficial sea el día 21 de marzo.

Sin embargo, como les comentaba amigos, iniciamos con muchos cambios, principalmente en la alimentación.  Vamos a conocer un poco más de la Cuaresma y algunas de las recetas propias de estos días.  La Cuaresma comienza el Miércoles de Ceniza, como ya lo había mencionado, y termina antes de la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo. Son 40 días de preparación para la Pascua.

La duración de cuarenta días proviene de varias referencias bíblicas y simboliza la prueba de Jesús de 40 días en el desierto previo a su ministerio.

La conquista espiritual por parte de los españoles, produjo un cambio en los hábitos alimentarios propios de las fiestas religiosas, para adaptarlos a los usos y costumbres que exigía el ritual de la nueva religión.

Surge así una cocina cuaresmal en la Nueva España, por ser éste uno de los ciclos en torno a los que gira la liturgia cristiana. Estas tradiciones, que perduran hasta nuestros días, puede decirse que son, en su esencia, prehispánicas, porque los protagonistas son platillos indígenas, como es el caso de los guisos de nopales, flor de calabaza, huauzontles, verdolagas, papas, moles y tamales, entre otros.

Pero ¡vamos a pasar a la cocina! Comencemos con una ensalada sencilla y muy rica, solamente debemos cortar un pepino en cubos pequeños, solo la pulpa, nada de semillas, le agregamos dos cucharaditas de mayonesa y una de crema y una de jugo de naranja, sal y pimienta al gusto, mezclemos muy bien y ¡ya está! Con esta ensalada podremos acompañar cualquier filete de pescado, ya sea empanizado, al mojo de ajo o a la plancha.

Vamos a seguir con un platillo de Andalucía, al sur de España: Bienmesabe en sobreúsa. La sobreúsa es una salsa que se hace refriendo unos dientes de ajo y una hoja de laurel. Espésala con harina y un poco de agua.

Cuando ya ha hervido un poco, agrégale unos trozos de bienmesabe, que es cazón en adobo, y una rodajas de papa previamente fritas. Añade sal al gusto y un poco de vinagre.

Amigos ¿cómo van?

Ya para terminar, vamos a repasar los elementos que debemos tomar en cuenta para elegir un buen pescado cuando lo compremos.  El pescado debe oler a mar, freso, rico, los ojos deben de ser brillantes y saltones, si están hundidos y opacos son señal de deterioro. La carne del pescado debe de estar firme, que no se hunda y que no quede rastro de la marca de nuestros dedos.

El pescado fresco tiene las escamas brillantes y muy adheridas al cuerpo, difíciles de arrancar.  Las branquias o agallas deben ser de color rojo, además de separadas, cuando no es fresco tienen un color marrón y están pegadas.

Amigos, con estas recetas y consejos podremos llevar a la mesa una deliciosa comida, pero no se olviden que los mejores sabores provienen su creatividad para crear platillos, y la participación de toda la familia en la cocina.

Yo soy Luis Aranda, y les recuerdo que me pueden contactar vía Facebook Luis Aranda Chef a Domicilio o por Twitter @ChefLuisAranda .

Creatividad Fotográfica


Por Aidé Gutiérrez

En números anteriores les he platicado sobre técnicas y consejos para hacer mejores fotografías en situaciones específicas, navidad, cumpleaños, etc., aprovecho la ocasión para darles las gracias por todos sus comentarios, en los cuales, recientemente me han solicitado que hablemos sobre “Creatividad”

Mis amistades definen Creatividad así: Ro Caliz: “Creativo sin estrategia,  se le llama arte. Creativo con estrategia se le llama publicidad”  Ale Pérez: “Piensa en cosas que la gente no ve y que tu sí, lo que quieres captar y lo que quieres expresar”  LuzMa Santana: “Habilidad para encontrar muchas soluciones diferentes a un mismo problema.”  Ángel Lagos: “Materializar un sentimiento o pensamiento ❤ ”

A veces siento que mis fotos son iguales y posiblemente sea mi sello o firma, como sea, simplemente me indica que es tiempo de regresar a lo básico y por ello comparto con ustedes algunos de los ejercicios que me ayudan a inspirarme y que seguramente les sorprenderán.

Proyecto 365 días

En ultimas fechas se ha popularizado mucho este  proyecto, sobre todo como aplicación en iPhone,  es muy simple: durante un año entero vas haciendo una foto cada día de lo que te rodea. No tiene que ser nada excepcional, simplemente lo cotidiano de tu vida. Una persona que admiro muchísimo me dijo: “… es como escribir un diario con tu cámara de fotos” ABB.

Encerrada en Casa

 El proyecto consiste en hacer fotos dentro de casa durante un periodo, digamos una semana o un mes. El hogar es un sitio donde pasamos mucho tiempo y seguramente el menos fotografiado, si lo piensas bien, te darás cuenta de que hay muchos elementos que podrías fotografiar en casa, distintos ángulos a probar y todo el tiempo y espacio para trabajar.

30 puntos de vista

Este ejercicio lo acabo de leer y sin duda será mi próximo proyecto, se los paso tal cual ya que sin duda, éste es el proyecto que mejor puede evolucionar su composición fotográfica.

El proyecto consiste en hacer, durante 30 días, una foto al mismo motivo, objeto o persona, de modo que el resultado de cada una de ellas sea diferente. Esto nos obligará a trabajar distintos puntos de vista, distancias, juegos de luces, profundidades de campo,… y en general, la composición fotográfica y la  manera de ver la vida.

Mis amigos y sus lugares

Este ejercicio me gusta mucho ya que se trata de ir haciendo fotos de todos tus amigos y personas cercanas, gente con la que compartes parte de tu tiempo, pueden ser tus familiares, compañeros de la oficina, amigos en la escuela, etcétera; la idea es que dentro de lo posible la fotografía se haga en un lugar que los identifique, por ejemplo una foto de ese amigo pegado a las redes sociales, una foto de mamá en la cocina, una foto de mi hijo tocando la guitarra en su habitación.

Como ven hay muchas formas de practicar a diario, no es necesario viajar a lugares lejanos que pensamos son los idóneos para fotografiar ya que si observamos detenidamente a nuestro alrededor encontraremos un punto de vista, que como bien dice Ale Pérez, que los demás no ven pero los que USTEDES  sí.

¿Qué les parece si lo intentan y nos comparten algunas de tus fotos? En los siguientes números de la Revista Kya las iremos publicando. Pueden enviarlas al correo revistakya@gmail.com  por twitter @RevistaKya con el hashtag #FotoCreativaKya o en la página de facebook, estaremos felices de ver sus fotos.

Aquí te dejo unas fotografías que realicé como ejercicio “Puertas” y “Círculos”


Entre una taza de café y mis secretos Entre una taza de café y mis secretos

Por Miguel Ramos     

Frecuentemente el mejor o quizá uno de los mejores remedios preferidos para conciliar, arreglar, desarreglar, romper, iniciar, discutir, polemizar recortar, criticar, soltar o echar el chal, simplemente desahogarse, sea el deleitarse o usar de pretexto una taza de café.

La tradicional invitación permanentemente abierta de “ A ver cuando nos tomamos un cafecito” a lo largo de las décadas sigue vigente ante el gozo de tratar una charla interesante, como medio para el amor, o como recurso de los grandes reencuentros, aunque también están los momentos de angustia, dolor, reflexión, sigilo o depresión. Sí, es simple, el delicioso aroma rodeado del humo que desprende la primera taza que hace compañía a nuestra soledad, abre la puerta a un sin número de oportunidades para externar el sentimiento o ideario que permanece por tiempo considerable prisionero, reprimido o emocionado dentro de nosotros, hasta que una vista sobre el horizonte curvo de una taza lo materializa dándole voz y voto con el valor suficiente para salir y ser nosotros mismos.

Y se juegan una infinidad de roles, se destapan grandes enigmas, impensables confesiones o celosos secretos. Se puede llorar, se puede reír, se puede pelear, que estás embarazada, o que embarazaste a alguien, se habla de política, de religión, de sexo, se traen recuerdos a la mesa de ayeres inolvidables, se truena una relación, se teje otra, se externa el despecho, la ira, la rabia, el gozo por el éxito, la alegría de haberse curado o la cruel realidad de una enfermedad terminal, de economía , de finanzas, se cocinan los grandes negocios, los grandes ideales, el adiós definitivo, el adiós temporal, se externa o se otorga el perdón, las infidelidades, las hipocresías, los sinsabores. Se habla de cine y de quién debió ganar el Oscar. Los mejores entrenadores de fútbol con las respuestas al por qué no realizar los cambios a tiempo, capaces de dictar la alineación perfecta que el técnico no fue capaz de armar. Se habla de música, del hit del momento, del disco del año o se afirma que los 80´s trajeron al mundo la mejor época de todos los tiempos. Los hubieras, los habrá, la paz, la educación, los hijos, que si los video juegos, que si las drogas, que si el alcohol, que si las chicas, que si los chicos, que la relación sexual, que si los antros son seguros, que si la inseguridad, que si la corrupción, que las obras, que si el tráfico, en fin.

Y pegado al comentario los mejores especialistas en las diferentes materias, que si el doctor, que el psicólogo, que si el doctor corazón, que si esto o que si el otro. Horas y horas sin soltar la taza, los refiles no se hacen esperar uno, dos, tres, cuatro…¡espera que necesito más café! El tiempo se agota, se debe partir hacia las realidades de cada quien, a enfrentar con quien se debe y quien, quizá, se encontraba ausente; lo que se fue capaz de externar entre una taza de café y los secretos de miles que vamos haciendo nuestros de una u otra forma, sin evitar escuchar la conversación de la mesa de al lado donde se agradece que nuestro problema no sea tan grave, lo grave es que nuestra taza se vacíe, aunque seguramente en un sin fin de ocasiones futuras volverá a llenarse para que salga de nueva cuenta al sentir el humo entre los ojos y la nariz del delicioso aroma que nos vuelva a confortar.