Mesamérica: cumbre gastronómica de México

 Por Alberto De Legarreta

Ocurrida del miércoles 25 al sábado 28 del mes de julio, Mesamérica fue una serie de conferencias y demostraciones gastronómicas que tuvieron lugar en el Auditorio BlackBerry, en la Ciudad de México. Su propósito: dar a conocer y fomentar el mundo de la cocina mexicana y la cocina mexicana en el mundo.

En mi artículo anterior, escrito tras el primer día de conferencias en el evento, mencioné que éste se mostraba con mucha ambición al autonombrarse «cumbre gastronómica» de México. Desde el primer día pareció justificar el mote, pero después de concluido, Mesamérica no sólo cumplió con la expectativa generada sino que, en opinión de quien escribe, se ganó el título indiscutiblemente.

Alonso Ruvalcaba, escritor y bloguero, mencionó antes del evento en su cuenta de Twitter dos problemas posibles para Mesamérica: el primero, al denominarse cumbre, establecer una relación vertical (¿un distanciamiento elitista?) entre ponentes y asistentes; el segundo, llamarse de «cocineros para cocineros», cosa que excluye efectivamente a todos los demás interesados, al menos en discurso.

 

Lo cierto es que el evento, aunque evidentemente dirigido a un público con cierta capacidad económica, no me pareció elitista. La actitud de la gran mayoría de los ponentes fue estupenda y muchos de ellos, incluidos el afamado Alex Stupak (chef y propietario de Empellón, en Nueva York) y el experimentado chef Alejandro Ruiz (de Casa Oaxaca) se mostraron al mismo tiempo nerviosos y contentos en sus presentaciones, demostrando que lejos de sentirse fuentes de sabiduría indiscutible se sentían honrados de presentar su trabajo ante una audiencia tan grande (no éramos menos de 500 personas en el auditorio). En la zona VIP, la prometida convivencia fue real y muy amena: los asistentes tuvieron la oportunidad de saludar, platicar e incluso tomarse fotos con casi todos los ponentes (un par de avispados no desaprovecharon la oportunidad para retratarse con la guapa Rosio Sánchez, repostera talentosa del restaurante Noma).

El segundo «problema» señalado por Ruvalcaba, el tema de los cocineros, en efecto fue una equivocación en el discurso de venta, pero un gran acierto en la organización del programa. El desfile de personajes que nos instruyeron sobre la importancia de cuidar el sistema alimentario en todos sus eslabones, la relevancia de la alimentación en la  formación de la identidad mexicana y otros temas sumamente interesantes incluyó a productores, urbanistas, investigadores, diseñadores, cineastas y demás profesionales que de cocineros no tienen mucho, pero que aportaron sus valiosos conocimientos a la comunidad de estudiantes y demás asistentes sin dudar ni un momento de la importancia de lo que nos compartían. Parafraseando al chef Adrián Herrera, otro de los ponentes, el gastrónomo no es sólo un técnico, sino que reconoce que su trabajo es multidisciplinario y Mesamérica fue un evento que vivió al pie de la letra tales palabras.

Por supuesto, la cocina tuvo un lugar privilegiado. Con las demostraciones culinarias de chefs de la talla de Oswaldo Oliva (Mugaritz, País Vasco) o Albert Adrià (Tickets, Barcelona), cuyo trabajo está constantemente cambiando los estándares de la alta cocina a nivel internacional, Mesamérica se convirtió no sólo en un foro de cocina mexicana, sino en una plataforma para lanzar noticias internacionales también. El mismo Albert. hermano y socio del aún más famoso Ferran, aprovechó su clausura del evento para hablar de su más nuevo proyecto: 41º, un espacio donde ofrecerá cenas de casi cinco horas de duración, para 16 comensales en total y con exactamente 41 tiempos de menú degustación. Los platillos se caraterizarán por ser sorpresivos y comestibles a mano (o con pinzas) y por estar acompañados de proyecciones audiovisuales para acompañar la experiencia y complacer a todos los sentidos. También aprovechó para mostrarnos algunos avances del proyecto «Jaguar» (nombre provisional), que resultará en un restaurante de cocina mexicana vanguardista en Barcelona que planea en conjunto con el chef mexicano Paco Mendez.

Los mexicanos Guillermo González Beristain (Pangea, Monterrey), Daniel Ovadía (Paxia, D.F.), Mónica Patiño (Naos, D.F.) presentaron ideas, platillos y ponencias que se mostraron a la altura de cualquiera. Como mencionó el enólogo y emprendedor Hugo D’Acosta, México es un país joven que tiene todo el potencial para ser muy propositivo y es un orgullo y un gusto que todos estos compatriotas estén explotándolo de tal forma. Ya lo mencionaba Ferran Adrià en su última visita a México: los mexicanos lo estamos haciendo muy bien, y pronto el resto del mundo reconocerá el trabajo de estos emprendedores como un ejemplo a seguir en innovación y creatividad.

Sería una injusticia no mencionar las ponencias de la investigadora Diana Kennedy, el arquitecto José Castillo, el maestro quesero Carlos Yescas, la sabia recolectora de hongos Connie Green, el cineasta Juan Carlos Rulfo, ni las de muchos otros, pero el espacio y el tiempo me resultan insuficientes. Mesamérica fue un congreso gastronómico en todo el sentido de la palabra y, a diferencia de otros, no terminó con los cuatro días del evento pues sus mensajes principales (la sostenibilidad, el apoyo a los proveedores y productores mexicanos, la calidad y seriedad del trabajo en la cocina, la importancia de la alimentación en el desarrollo de las comunidades, el maridaje entre innovación y respeto a la tradición, etc.) son temas vigentes y de importancia para cualquier profesional, del medio o no. Me parece que Mesamérica fue un evento en el que todos los asistentes fuimos estudiantes y aprendices de muchas cosas nuevas; seguramente las semillas de conocimiento que nos dejó plantadas irán germinando con el tiempo, al ritmo de nuestro pensamiento y trabajo cotidiano.

Si se perdieron este magno evento, no se preocupen, ya que la segunda edición está programada para mayo del próximo año y entre los invitados confirmados se encuentran los chefs René Redzepi (Dinamarca), Alex Atala (Brasil), Jordi Roca (España) y mucho, mucho talento nacional. Si cuentan con cuenta en Twitter pueden seguir el hashtag #Mesa13 para enterarse de las últimas noticias o seguir la cuenta oficial del evento: @mesamerica_mx.

El pase de diapositivas requiere JavaScript.

Mesamérica Día 1: Nueva propuesta

Así arrancó Mesamérica ayer

Por Alberto De Legarreta (corresponsal itinerante)

En el mundo de la gastronomía en México, los eventos organizados con mucho presupuesto, chefs celebridades y ambiciosos discursos de venta no son pocos. Es por ello que cuando se anunció Mesamérica, autodenominada como «la cumbre gastronómica de México», más de uno tuvo sus dudas. ¿Qué podría aportar de nuevo un evento más de cocina?

Organizado por el Colectivo Mexicano de Cocina, A.C., Grupo Ambrosía, el Instituto Coronado y la revista Gula, con apoyo de SAGARPA, SECTUR y la Secretaría de Turismo del Gobierno del Distrito Federal, el evento claramente tenía mucha ambición de hacer una diferencia. A todos los que asistimos ayer al primer día del mismo seguramente nos quedó muy claro el valor de la nueva propuesta: Mesamérica ofreció desde el comienzo una serie de ponencias y demostraciones culinarias muy interesantes y de mucha relevancia para el estudio gastronómico, ya sea desde el enfoque culinario o desde el enfoque cultural. Un evento que pone en alto el nombre de México, pero no con adulaciones o elogios patrióticos sin fundamento, sino con un verdadero producto de calidad atractivo tanto para el público nacional como internacional.

Éste es un breve recuento de lo más relevante del día, que espero sea suficiente para que comprendan por qué me quedó claro que Mesamérica no es un congreso más y quizá, si continúa así, se gane por completo el título de cumbre. Aún nos quedan tres días más.

La cocina

Las demostraciones culinarias son un formato de exposición complejo: si no se hacen bien, pueden resultar en algo que pudo ser mejor expuesto en la televisión y no en vivo. Éste no fue el caso de las demostraciones de ayer. Los chefs Daniel Patterson (del restaurante Coi, en E.U.A.), Rodolfo Guzmán (de Boragó, en Chile) y Roberto Solís (de Néctar, en Mérida) platicaron de sus propuestas culinarias e ideológicas mientras prepararon una serie de platillos sencillamente bellos y que, aunque no pudimos probar, nos dejaron con un antojo de más.

Otros expertos cocineros como Yoshiaki Takazawa, venido desde Tokyo, o Lars Williams del Nordic Food Lab, ubicado en Dinamarca, más que preparar platillos nos platicaron sobre su metodología y su particular manera de ver la cocina. Los chicos del Nordic Food Lab exploran su frío y aparentemente inhóspito entorno con un equipo multidisciplinario que incluye científicos, antropólogos y cocineros para desafiar la frontera entre lo comestible y lo no comestible, haciendo uso de los ingredientes más insospechados (como bacterias, cortezas e insectos) para crear alimentos nutritivos y deliciosos. El chef Takazawa, por su parte, se apega a las tradiciones de respeto a la vida de su pueblo para justificar sus platillos, que hacen uso de ingredientes tan frescos que en ocasiones siguen palpitando a la vista del comensal. La matanza de animales, nos instruyó Takazawa, sólo se justifica si tratamos el alimento que resulta de ella con respeto y aprovechándolo al máximo: de este modo el animal puede renacer, más hermoso, en un platillo.

En resumen, la cocina que vimos en el primer día de Mesamérica no se limitó a nuestro país, pero en definitiva tuvo un carácter regional (más que nacionalista) muy marcado. El común denominador parece ser que los chefs quieren explotar la riqueza que les rodea, sin ir muy lejos a la hora de conseguir ingredientes, pero aprovechando técnicas de vanguardia internacional para crear platillos de apariencia sencilla pero elaboración dedicada.

La cultura

Una de mis quejas constantes, como gastrónomo, es que cuando se hable de gastronomía sólo se piense en cocina. Afortunadamente, Mesamérica no se limitó a mostrar técnicas y platillos, sino que a través de una serie de invitados de otras profesiones y disciplinas ofreció otros enfoques para el estudio de la comida, igualmente relevantes para empresarios o estudiantes.

Destacó entre aquellas la ponencia del historiador del arte James Oles, quien hizo un análisis profundo, interesante y muy bien expuesto de una serie de obras del pintor mestizo José Agustín Arrieta, quien vivió en el siglo XIX y retrató en sus bodegones la gastronomía del joven México de aquel entonces. A través del análisis, el Dr. Oles nos demostró que la cocina mexicana ha sido desde sus inicios fuertemente influenciada por otras cocinas del mundo, logrando a pesar de ello una identidad muy particular y destacada entre su gente.

Otro ponente que dio información muy interesante sobre la historia de la cocina mexicana, en particular del discurso nacionalista que hoy en día es tan evidente (que a veces se cree milenario pero en realidad no tiene ni un siglo de existir) fue el Dr. José Luis Juárez López, autor del libro «Nacionalismo culinario del siglo XX». Su mensaje principal fue hacer un llamado a la comunidad gastronómica mexicana para que la labor de investigación continúe, pero de manera seria y profesional, para evitar confusiones hechas por estudios superficiales o mal conducidos.

Mesamérica continúa…

Alberto De Legarreta es gastrónomo, estudioso del tema de la cultura gastronómica y Director de Gastronomía en Eudoxa. Pueden seguir sus comentarios respecto a Mesamérica en Twitter: @albertotensai

 

 

 

Una lección de vida a través de un videojuego

Por Alberto De Legarreta

«Watch a kid with a new videogame, the last thing they do is read the manual. They pick up the controller and start mashing buttons to see what happens. This isn’t a random process; it’s the essence of the scientific method. It’s a fundamentally different take on problem-solving.»

– Will Wright en Wired (2006).

Tengo, junto con un par de socios, una joven empresa con muchas ambiciones y un equipo de trabajo estupendo. Este equipo busca constantemente ideas y soluciones innovadoras para un amplio rango de problemas diferentes, tanto dentro de la misma empresa como para nuestros clientes. El famoso problem-solving no es un plus en nuestro trabajo, sino una necesidad constante.

En muchas ocasiones nos hemos topado con situaciones en extremo complicadas o apabullantes. Confieso que incluso hemos tenido momentos de crisis en los que claudicar se nos ha presentado como una opción deseable o, al menos, más fácil que seguir por el arduo camino del emprendimiento.

Se necesita una cierta necedad para tener una empresa propia, una persistencia para enfrentar los obstáculos, las críticas, las responsabilidades, la talacha amenazante… pero la necedad resulta insuficiente (es agotadora) y es ahí cuando la esperanza entra en juego: no hablo de una fe torpe o desinformada, sino la sencilla pero poderosa idea de que nada es imposible, de que todo problema tiene solución, toda montaña es escalable, todo enemigo vencible, todo océano navegable y todo reto conquistable.

Yo creo que todos tenemos la capacidad de sentir esa chispa de certeza. ¿No me creen? Tomen en sus manos un control y prueben algún videojuego de su preferencia. Quizá sea un juego complejo como Metal Gear Solid 4: Guns of the Patriots o algo más fácil de jugar como Super Mario Galaxy. En el primero, uno debe infiltrar campos de batalla repletos de enemigos, balas y explosiones sin ser siquiera percibido y salvar al mundo de una economía que necesita de una guerra mundial ilimitada; en el segundo se debe viajar por varias galaxias, colectar estrellas y salvar a una princesa que gusta de hornear pasteles de las garras de una tortuga-dragón gigante.

Aunque el gameplay, las historias y las temáticas sean tan contrastantes en estos dos, al tomar el control asumimos la responsabilidad de salvar al mundo, a la princesa o a quien lo necesite. Quizá tomemos el control con el objetivo de convertirnos en el gángster más malo y poderoso de la ciudad, o en un campeón de carreras de Fórmula 1, o en el cazador de tesoros más rico, o en el campeón de la copa mundial de fútbol, o tal vez sólo queramos tener un restaurante exitoso: en todos los casos sabemos que es posible, que el juego tiene un fin, que existe una solución, una forma de pasar el nivel, una manera de eliminar al dragón, de conquistar a la chica, de tener el ejército más poderoso.

¡Ahí está la chispa, así se siente la certeza! Un videojugador veterano como su servidor ha sentido dicha certeza en mil ocasiones y eventualmente se acostumbra a ella. Y antes de que me objeten que «los juegos no son como la vida real», puedo decirles, sin temor a equivocarme, que los hábitos adquiridos por jugar son tan reales como yo mismo y que, por ello, me son útiles en mi día a día.

Insisto, es una idea sencilla, pero poderosa: estoy acostumbrado a resolver problemas y sé que podré resolverlos. Sólo tengo que perder algunas «vidas», utilizar algunos continues, probar nuevas combinaciones de botones, leer algunas guías o sencillamente pensarlo un poco más.

Si les interesa el asunto del aprendizaje real que se puede adquirir a través de los videojuegos, les recomiendo esta publicación (muy seria y en inglés): http://gamestudies.org/

Experiencia sensorial: Cena de Lujo

Por Vanessa Puga

Ustedes deben saber antes que nada, mis muy queridos lectores, que entre las cosas en las que me declaro incompetente es en el ramo gastronómico. Por miles de situaciones en mi vida la verdad es que no soy de comer en restaurantes y ya un Vip’s o un Sanborn’s era como mucho lujo dentro de mis gastos. Soy la frustración absoluta de cualquier gastrónomo, yo lo sé. Y no porque no me guste comer: me precio de ser de buen diente y probar lo que sea sin mayor miramiento. Bien puedo comerme un tuétano que gusanos de maguey, sesos que tacos de ojo. Sin embargo, dado mi desconocimiento en muchas áreas de la Gastronomía (como buenos restaurantes, tipos de comida, etcétera) si alguien me pregunta “¿qué se te antoja comer?” es muy probable que me quede dubitativa durante un rato antes de contestar con un simple y llano “No sé”. Sí, soy la frustración de los gastrónomos –que no chefs, esos son los jefes de cocina- y lo puedo decir abiertamente porque soy novia de uno: nuestro ex colaborador y actual director del área de Gastronomía de Eudoxa, Alberto De Legarreta.

Una vez establecido esto, vengo a platicarles algo que me aconteció hace muy poco. Un viernes fui a cenar con el ya mencionado Director del Área de Gastronomía a un restaurante de lujo en el Pedregal: el Sud 777. La ventaja de que Alberto tenga el puesto que tiene es que llegó y saludó al Chef Edgar Núñez, dueño y señor del lugar.

El Chef Núñez nos dio la bienvenida y nos guió a la recepción. Aquí empieza lo verdaderamente importante de esta anécdota: todos comemos no sólo con el sentido del gusto sino con los demás. Una buena cena es una verdadera experiencia sensorial en todos los sentidos. Mi vista estaba complacida con un bello lugar. El restaurante se encuentra en una casa muy grande de Blvd. De la Luz y está decorado de forma tal que uno se siente como en casa: hay libreros con detalles como estatuillas o libros, cajas de adorno y velas que le dan un aire de estancia familiar muy agradable. Todos los muebles eran diferentes, pero manteniendo los detalles en madera oscura para darle ese toque de uniformidad sin ser una estandarización absoluta. El lugar enorme y bello. Como llegamos temprano, había poco gente y se podía disfrutar de la música ambiental, en su mayoría jazz. Mis oídos agradecieron también ese detalle: no era música estridente o música que atarantase al escucha, sino un fondo tranquilo para acompañar y ante todo permitir la plática.

El mesero se acercó gentilmente a nosotros y nos ofreció la carta: el horror para alguien como yo, un montón de platillos para elegir. Y una tan inculta en el arte del buen comer. Por fortuna el Chef Núñez vino a la mesa a salvarnos, con una cordialidad de lo más agradable ofreció ser él quien eligiera nuestros platos de la noche. Algo al centro y para la señorita pescado mientras que para el caballero carne roja. Ciegamente nos pusimos en sus manos. Siendo su restaurante y teniendo una actitud de lo más fresca no dudé en confiarle a él la decisión de los platillos, ante todo porque me salvaría del odiado “no sé”.

Empezó el desfile de platillos: al centro un platón de papas a la francesa con dos huevos estrellados encima. La carta lo anuncia como “Huevos rotos” para mí lo que rompieron fueron el esquema. Confiando plenamente en la decisión del Chef probamos lo que habían puesto en nuestros platos. Simplemente delicioso. Además de que la sensación en la boca era una cosa curiosa: mi cerebro no dejaba de pensar en que era una combinación “rara” mientras que las papilas gustativas le mandaban la señal inequívoca de “está bien rico”. Eso sí, visualmente no era de las cosas que más llamaran mi atención, pero por fortuna yo nunca he comido “por los ojos” o de ser así no comería bichos, sesos y demás cosas que visualmente son desagradables.

Para el segundo tiempo vino una sopa de coco. El plato fue lo que más llamó mi atención: un plato hondo blanco con dos mejillones al centro y justo enfrente de ellos un pequeño montículo de fideos delgaditos, de los que se usan para las sopas chinas (sí, sí, saco a relucir mi absoluta ignorancia en nombres de ingredientes, ustedes disculparán). Se veía muy bonito: limpio, sencillo. Y encima iba la sopa, servida desde una tetera pequeña, cuadrada y amarilla, como un suave brebaje blanco que sí, sabía a coco, pero sin que fuera ése el sabor predominante. Me sentí en la playa con el sabor de mariscos en mi paladar. El tercer tiempo, como habían prometido al inicio de la velada, fue pescado para mí y carne para mi acompañante.

Nuevamente la presentación del plato fue lo primero que llamó mi atención: dos piezas de atún al centro con un pequeño mousse de aguacate a un lado, todo sobre un espejo de alguna reducción de vino tinto y una ensalada. De nueva cuenta todo montado en un plato blanco. La elegancia de toda la loza del restaurante (los platos, pues) radicaba en su sencillez: todos blancos, sin detalles que distrajeran la atención del comensal del platillo. A mi acompañante le tocó un plato no tan vistoso como el mío: costillitas con papas bravas. Eso sí, la carne de ambos estaba tan suavecita que era un gusto verla ceder ante los cuchillos como cede la mantequilla.

Además, la experiencia gustativa del atún fue única: mi atún estaba envuelto en prosciutto lo que le daba un toque muy especial, salado pero no muy fuerte. Eso aunado a la salsa dulce sobre la que estaba sentado mi atún y el aguacate armaron una combinación salado-dulce en mi boca que agradecí infinitamente.

Los postres fueron otra experiencia: mi pastelito de chocolate se veía muy bonito, y a la hora de partirlo vino una avalancha de chocolate derretido que, de hecho, fue un pequeño y momentáneo espectáculo que mi acompañante esperaba ver con ansias.

Todos los platillos estuvieron deliciosos, pero lo que resaltaba su sabor era el ambiente del lugar: luces tenues, sin que llegáramos a estar en un claro oscuro que no permite apreciar lo que hay sobre el plato, música agradable que permite la conversación, meseros poco intrusivos pero muy serviciales. Todo se conjuntó para que los alimentos, maravillosos, fueran un gran placer para nosotros.

¿Por qué le doy importancia a todo el ambiente en general? Piénsenlo un momento: ¿les dan ganas de comer en un lugar que se ve feo o descuidado? ¿Disfrutan una comida cuando la música está a un volumen insoportable? ¿Se les hace apetitoso comer cuando su plato se ve como un revoltijo sin pies ni cabeza? ¡No! Porque comemos con todos los sentidos. Somos seres sensoriales que, pensando en que estamos en la mejor de las circunstancias, tenemos cinco sentidos y los cinco son estimulados.

A mi parecer la cena en el Sud 777 que tuve el placer de compartir y degustar fue tan maravillosa porque mis cinco sentidos fueron estimulados de manera grata. Eso fue lo que hizo de mi cena una cena de lujo: la combinación perfecta entre lo que veía, olía, probaba, sentía y escuchaba.

Creo que solemos descuidar mucho eso, la experiencia sensorial plena, cuando comemos, cuando estamos en una reunión con amigos y familiares, incluso cuando estamos solos ¿de verdad buscamos que sea un momento de lujo estimulando a los cinco sentidos, en la medida de lo posible? Se los dejo de tarea.

De mientras todo mi agradecimiento y reconocimiento para la excelente labor al Chef Edgar Núñez: gran carácter, muy amable, gran Chef y maravilloso empresario por lo que les recomiendo seguirlo en Twitter.

Historias de Cansados


Por Alberto De Legarreta

Una vez conocí a un niño que se cansaba de todo. Se cansaba de reír, de llorar, de saludar a sus multitudinarios parientes, de lavarse el cabello, de cepillarse los dientes, de levantarse en las mañanas para ir a la escuela, de las tareas y, sobre todo, de las maquetas.

Alguna vez escuché decir a una señora que dormir era aburrido. No quería ir a su casa, ni siquiera cuando su trabajo había terminado, ni cuando su horario se había extendido por horas, ni porque no se le pagaba tiempo extra. Parece que se cansaba de descansar, sola en su hogar.

Conozco a una señorita que se cansa de descansar, también. Se siente incompleta cuando no anda en friega, se siente inútil si se permite un día de relajación, pero se cansa también de no tener ningún momento para ella misma. Cosa extraña, pues parece que el mal hábito de no detenerse lo adquirió cuando no deseaba tener un tiempo a solas. A ella sí le gusta dormir, y por ello no considera que sea aburrido.

Conozco a un hombre incansable… que terminó en el hospital por no descansar. Su abuelo fue su mal ejemplo. Él verdaderamente era un hombre imparable que trabajó mas de 70 años de su vida y cuando acariciaba el siglo se quejaba amargamente porque «se cansaba». Su gran corazón nunca se cansó en realidad: murió asfixiado.

Hace poco vi una película de un hombre que sólo dormía, cansado de todo, cansado siempre. Dormir, comer y dormir. Un peso inmenso pero inexistente le pesaba y terminaba agotándolo diariamente. Depresión. La enfermedad del siglo XXI, dicen. Cansado de todo ello, enloqueció, pero luego se cansó de eso también.

Estoy leyendo un libro sobre un chef que habla de otros chefs. Los describe como inagotables, como locos que no detienen su crecimiento ni un instante, emprendedores o conquistadores incansables. Luego demuestra que todo ello es un mal necesario, un crecer o morir, una falla en el plan. Probablemente estos empresarios no se dan el tiempo para cansarse porque si se detuvieran un momento, se darían cuenta de lo cansado que es lo que hacen.

Conozco a una mujer que está cansada de no poder descansar, a quien le gustaría tener un momento para respirar pero piensa que no puede darse el lujo. Piensa que nadie se ocuparía de «las cosas», que nadie siquiera se preocuparía por ello. No se cansa de decirse que ella puede, que ella debe seguir adelante, que de ella dependen todo y todos, ni siquiera cuando su cuerpo está colapsando por el estrés, reclamándole.

Una vez leí la historia de un guerrero que, como la joven, tenía un deber importante, demasiado importante, heredado de su clan, de su tradición. La misión era todo, siempre mirando al siguiente objetivo. Un día un joven monje logró detenerlo un instante, suficiente para pensar, tan solo un instante, suficiente para que se diera cuenta de algo inesperado: estaba cansado, tan cansado…

También conocí a un mexicano que estaba cansado de su país, de su ciudad, de su gente. Cansado de la corrupción, de la falsa y absurda democracia, de la total mediocridad reinante. Cansado hasta más no poder de las malas noticias, de la falta de esperanza, de las barreras aparentemente infranqueables. Quería hacer algo al respecto pero después al tratar de buscar simpatizantes para su causa, descubrió que ya todos estaban muy cansados de quejarse y nadie quiso hacer nada.

¡Ah!  Y acabo de recordar el caso de un amigo que disfrutaba en demasía del ejercicio físico: practicaba gimnasia. Admiraba mucho a su entrenador, quien le había enseñado el funesto (en mi opinión) adagio de «¡Que descansen los muertos!».

Según veo, me sobran historias de cansancio. Todos nos cansamos por diferentes motivos, pero no parece que hagamos mucho al respecto. ¿Será que en verdad tenemos pensado permitirnos descansar hasta que la muerte lo permita?

Debrayes sobre la vida en la Tierra

Por Alberto De Legarreta

La vida es quizás una de las cosas más complejas y delicadas del universo. Su presencia en nuestro planeta es verdaderamente una diferencia radical de nuestro pequeño mundo comparado con los demás planetas conocidos. No sé si sea una idea demasiado antropocentrista pensar que en la infinitud del espacio, los seres vivos somos monopolio de la Tierra, e incluso es posible que haya alguna clase de vida no descubierta aún en un planeta tan cercano como Marte, pero en definitiva el nuestro es un planeta tan lleno de vida que sería imposible no encontrarla y eso lo hace muy diferente.

Quizás nuestro planeta esté demasiado lleno de vida. Tan lleno de vida que, paradójicamente, para conservarla es necesario que los seres vivos promuevan la muerte.   El planeta es muy grande, pero no es ilimitado. El único modo de lograr un balance en donde los recursos no se agoten, es que la vida funcione bajo un esquema equilibrado entre varias especies que compiten y buscan aniquilarse entre sí. Una especie dominante sería el peor enemigo de la vida en el planeta.

Y antes de que empiecen a pensar en la sobrepoblación humana y nuestras «graves culpas», déjenme contarles que los primeros organismos responsables de contaminar el planeta al punto de la saturación fueron los que ahora alabamos como salvadores: las plantas. Aunque microscópicas, las primeras plantitas (organismos fotosintéticos) proliferaron de tal manera en los océanos que saturaron de oxígeno (ese tóxico y peligroso elemento), la atmósfera terrestre.

La vida, sin embargo, encontró la manera de proliferar en esta atmósfera tóxica y ¡mírennos ahora: respiramos oxígeno! Somos la escoria que vive de los desechos de las plantas. Así es la vida: sin importar cómo, buscará seguir adelante.

La verdad es que nadie sabe por qué la vida tiene por objetivo conservarse a sí misma. Después de todo, «la vida» no es un ser pensante, consciente de sí mismo, individual. Los que buscan conservarse son los seres vivos, desde luego, pero parece que sin importar qué tan diferentes sean, o qué tan elaborados sean sus métodos para hacerlo, todos tienen el mismo objetivo: seguir siendo.

Pero es notorio que el objetivo no es individual, pues todo ser vivo llega a su fin tarde o temprano. La conservación de la vida y su inacabable esfuerzo por conservarse no tiene nada que ver con la capacidad de reflexión e individualidad del ser humano. El deseo por vivir no es un invento humano, ni una exclusiva tampoco. Hasta la más insignificante bacteria persigue lo mismo que el hombre. ¿Cómo es eso posible?

La limitada visión del ser humano podría tentarnos a pensar que sólo un ser divino, un creador, pudo designar semejante orden. El creador, por supuesto, al programar todos los ADNs del planeta con la misma orden de preservación, se proveería a sí mismo de un interminable espectáculo de entretenimiento. Sería como darle cuerda a un trenecito de juguete que nunca parara, siempre cambiara su dirección, su camino, su andar, pero nunca su objetivo: entretener. Aunque esto es muy improbable (y confieso que lo digo con objetivo lúdico) y fácilmente desechable, el hecho de que todos los seres vivos tengan un objetivo común es sumamente intrigante.

La «madre naturaleza», Dios o simplemente «la Naturaleza», decimos, son muy sabios. Diseñaron el plan de modo tal que la vida se conserve. Pero, ¿qué tiene eso de sabio? Todavía nos parece admirable el esquema en el que el balance y la competencia entre muchas especies sea el único que funciona, pero la verdad es que seguimos sin saber para qué se necesita ese esquema en primer lugar. ¿Qué caso tiene la vida? ¿Por qué es necesario conservarla a tal grado? Al universo poco le importaría si nuestro pequeño planeta desapareciera.

Podríamos pensar que este mundo es una especie de prueba divina para los humanos, pero para eso tendríamos que imaginar que toda esta infraestructura vital de nivel global está pensada única y exclusivamente para que el ambiente en que la prueba debe llevarse a cabo sea posible. Sería como el laberinto para hámsters más complicado de la historia del universo. Me pregunto cuáles serán los otros proyectos de la feria de ciencias divina…

¡Ah, siempre pasa: uno empieza hablando de ciencia y termina hablando de Dios! Y lo chocante del asunto es que entra uno en el terreno del Misterio, y entonces se acaban las respuestas. ¡Qué tipo tan pesado!

Úrsula y el chico de tramoya

Por Alberto De Legarreta ilustrado por Carmen Banhart

La obra de teatro estaba por comenzar. Tras una exitosa temporada, el elenco tenía las emociones a flor de piel y estaba dispuesto a darlo todo en esta, su última representación. Los actores repasaban sus líneas, discutían últimos detalles y calculaban oportunidades para improvisación en los camerinos, minutos antes de comenzar.

El chico de tramoya estaba hara hara nervioso. Su trabajo podría parecer sencillo a primera vista, siendo que sus únicas tareas tras bambalinas eran ocuparse del sonido y las luces, pero cualquiera que haya asistido a estos menesteres sabrá que no es poca cosa. En esta obra en particular, cargada de efectos especiales (con una gran explosión ¡dokan! en el clímax), su precisión era crucial. Un error de timing partiría toda la tensión lograda por la trama durante la obra. Pero no era esto lo que le preocupaba al joven tramoyista. La operación la tenía bien dominada.

Lo que no tenía dominado era su corazón, que latía doki doki fuertemente en su pecho. Latía de admiración, de deseo, de impotencia… Estaba locamente enamorado de Úrsula, la más bella de las niñas de la obra, la de los cabellos castaños y ojos oscuros como la obsidiana.

Úrsula tenía un papel poco agradable en la obra. Su personaje era una mujer de ideas radicales y vengativas. Poco femenina, incoherente y egoísta; el chico de tramoya no podía comprender como alguien tan adorable podía interpretar tan bien un papel tan contrastante con su verdadero temperamento. Ella no sólo brillaba kira kira hermosa a sus ojos, sino que era talentosa también.

No era ningún secreto para el resto del elenco que el chico de tramoya estaba perdidamente enamorado de la bella Úrsula. La única que parecía ignorarlo era ella, como suele suceder en toda historia trágica de romance. La niña se concentraba en su trabajo y nunca respondía a las miradas largas, sinceras y llenas de deseo del tramoyista.

Los otros actores, e incluso los directivos, solían gastarle bromas en buena fe. A todos les parecía cómica la situación, por la imposibilidad absoluta de que, desde su perspectiva, tal romance se concretara. Ninguno creía que las intenciones del joven fueran realistas, o siquiera verdaderas. El tramoyista no se resentía. Gran parte de él seguía, a pesar de las mariposas en el estómago, pisando tierra y aceptando la realidad de las cosas: Aún cuando consiguiera triunfar ante todos los tabúes de la sociedad y consiguiera confesar su amor, ¿cómo podría una unión así prosperar? Su corazón se hundía zuun zuun

El teatro estaba lleno. El director de la obra y dueño de la compañía teatral anunció la segunda llamada. El público, expectante, pedía a gritos que la función por fin comenzara waa waa, marcando su impaciencia en un compás con las palmas. El chico de tramoya no compartía su impaciencia. ¡La última representación! Su tiempo junto a Úrsula estaba contado: ¿con qué pretexto volvería a verla?

La obra comenzó. Era un musical con tintes internacionales. Las alegres notas no podían hacer nada para animar al pobre tramoyista. Allí estaba su hermosa dama, interpretando perfectamente su parte, en la mano de otra persona… ¿Por qué no podía ser de su mano? Él sabía que su voz no era la adecuada para el papel. Nunca su risa de hombre ha ha ha podría tener la sofisticación, la maldad, la sensualidad pervertida aha ha ha que se requería para el papel. ¡Maldita sea!

Su tristeza comenzó a convertirse en una rabia de celos e impotencia. ¡Uuu! ¡Las cosas no podían quedarse así! ¡No era justo, no era admisible, que él, el único y ferviente amante de Úrsula, no pudiera tenerla nunca para sí! ¡Él sabría hacerla feliz, darle la importancia que se merecía, no tenerla en un rol secundario, controlada por un titiritero de tercera!

La obra continuaba, y el explosivo desenlace se deslizaba lentamente, kune kune, como una serpiente acechando a su presa… la tensión en el pecho del desesperado tramoyista se volvía insoportable. ¡Tenía que hacer algo! Su amada se le escapaba, y el chico comenzó a sentir una neblina nefasta shuuu nublando su raciocinio…

Súbitamente, ¡za! las luces del teatro se apagaron. En un instante, todo quedó en oscuridad y antes de que alguien pudiera reaccionar, un grito desgarró la penumbra ¡kyaaaa! Y luego unos pasos, ¡sutatata corriendo, alejándose, huyendo!

El director de la obra logró localizar los apagadores y de un golpe regresó la luz. La obra fue interrumpida, pues la actriz que manipulaba a una de las muñecas guignol había sido atacada en la oscuridad. Estaba bien, pero necesitó atención médica por el espanto. Los niños del público estaban muy decepcionados por la cancelación de la obra. Nadie supo qué pasó con una de las muñecas que se estaban utilizando.

Ni con el chico de  tramoya, que desapareció junto con ella.

Review: Especialista

Por Alberto De Legarreta

Después de Matrix, el cine de acción cambió para siempre. Después de ver a Neo esquivando balas en bullet-time y pateando el trasero de 50 agentes Smith al mismo tiempo, nuestra concepción de lo que es posible para un ser humano cambió definitivamente, aún cuando en la película estas proezas fueran realizadas en un mundo de simulación virtual. Ahora, es casi imposible pensar en una película de acción que no siga el formato de los hermanos Wachowsky.

El actor Jason Statham demostró en sus películas de «El Transportador» que el género le sienta muy bien, pero ¿es «Especialista» un refrito más de acción estilo Matrix?

En esta ocasión, Statham encarna a Arthur Bishop, el asesino a sueldo perfecto. Cuando digo perfecto no estoy haciendo mal uso de la palabra: Bishop es casi inexistente, nadie sabe (ni la audiencia) quién es, ni de dónde salió. Lo que sí sabemos es que es más peligroso que Superman bajo el efecto de estupefacientes. La impresionante primera escena de la película nos deja bien claro que no hay escape a la muerte si Bishop anda tras de ti.

Viviendo la vida lujosa y hipster de un millonario sin identidad (con amantes aquí y allá, ofreciéndonos escenas de sexo gratuitas y anónimas), Bishop no tiene preocupaciones en la vida hasta que su único amigo y mentor Harry (Donald Sutherland) pasa a mejor vida. No que eso le importe a nuestro anti-héroe, excepto porque el único hijo de su difunto mentor sabe del trabajo de Bishop y prácticamente lo obliga a enseñarle los trucos de la profesión.

El muchacho (Ben Foster) entonces nos adentra un poco en la «glamorosa» vida del asesino de clase mundial, ofreciéndonos escenas de verdadera tensión e incluso comedia con sus primeros trabajos que, como podrán imaginarse, no salen del todo bien.

La trama después se complica como suele hacerlo en este tipo de escenarios, donde no se puede confiar más que en tu propia sombra y el dinero hace bailar a todos los perros. No entraré en más detalle, pero puedo asegurarles que Bishop y su aprendiz les brindarán muchas, muchas explosiones, muertes, escenas de proezas súper-humanas y espectaculares; todo con un ritmo acelerado y ni una sola cámara lenta. La acción es mucha y bastante buena, pero, paradójicamente, no es lo más increíble que se ha visto, por lo que algunos podrían decir que pretende ser más «realista».

En resumen
«Especialista» es una película de acción a la antigua. La trama intenta enredarnos en el juego de saber quién vivirá y quién traicionará.

Lo bueno:
– Las escenas de acción.
– El ligero humor de Ben Foster.

Lo malo:
– El protagonista, más que un mecánico, es una máquina: cero personalidad.
– La trama es predecible y casi una excusa para las escenas de acción.
– La película no tiene nada que la distinga por sí misma. Es «otra película de acción».

Trailer