El cerebro positrónico, una idea del cuerpo humano de Isaac Asimov

 

Por José Daniel Guerrero Gálvez (Oquitzin Azcatl)

 

El término robot surge en 1920, en una obra teatral de ciencia ficción llamada R.U.R siglas de Rossumovi univerzální roboti (Robots Universales de Rossum), del autor checo Karel Čapek. Aunque la idea de robot existió desde la antigüedad, en la actualidad la ciencia ficción abraza este concepto en muchos relatos impresionantes, (algunos  en la obra de Isaac Asimov), donde se manifiesta la preocupación latente de la relación entre seres humanos y robots o máquinas, como se suele decir hoy.

 

La robótica en las últimas décadas ha avanzado mucho, con el uso de la electrónica como su principal elemento,  pero apoyándose mucho en la mecánica y recientemente, en las tecnologías de software. Ha potenciado su uso a un nivel lógico, hablando desde el ámbito de las computadoras, que en términos humanos se conoce como abstracción. Pero aún este nivel computacional se encuentra en un proto-estado.

 

Es este el contexto dónde expondremos la analogía del cerebro positrónico y el cerebro humano buscando definir la idea del cuerpo humano y su proyección en la tecnología. La literatura base no será toda la obra de Asimov, pues llevaría más de lo que la máxima extensión de este artículo demanda pero sí un libro en particular: Yo, Robot (Asimov, 2000).

 

Asimov enfrenta al mismo nivel  a seres humanos y robots, generando contradicciones y cuestionamientos. Los robots de Asimov son de aspecto humano y poseen un cerebro equivalente al nuestro, de factura artificial: el cerebro positrónico.

 

El cerebro humano, desde el punto de vista anatómico, es un órgano que procesa la información sensorial y el control corporal; desde el punto de vista psicológico, está a cargo de la memoria, el aprendizaje y los procesos cognitivos. Así, en Asimov, la esencia de la confrontación humano-robot, radica en la naturaleza del cerebro y no en la de la apariencia.  En sus relatos, hombres y robots se enfrentan continuamente en un medir fuerzas de sus respectivas mentes no solo desde una perspectiva cibernética sino también de los procesos psicológicos, elementales y superiores (Lev Vygotski, 2009), dando mucho peso a la interacción de humanos y robots en un contexto cultural:

 

“No importa, son robots. He pasado el día entre ellos y lo sé. Tienen cerebro positrónico…” (Asimov, 2000, p. 57).

 

Y también una simulación de tipo biológico:

 

“Lo manejó rápidamente, porque era el mecanismo más complicado jamás creado por el hombre. En el interior de la tenue piel cubierta de platino del globo, había un cerebro positrónico, en cuya inestable y delicada estructura habían insertado senderos neutrónicos calculados, que dotaban a cada robot de lo que equivalía a una educación prenatal” (Ibídem, p. 109).

 

La analogía con el cuerpo y cerebro humanos que hace Asimov es importante:

 

“No cuando la media tonelada tiene que ser una masa de condensadores, circuitos, contactos y células de vacío, capaces de tener prácticamente todas las reacciones conocidas de los humanos. Y un cerebro positrónico que, con cinco kilogramos y unos cuantos quintillones de positrones, hacía funcionar toda la maquinaría” (Ibídem, p. 125).

 

Y lo que falta por descubrir, lo desconocido:

 

“Ahora bien…, no hay en toda la U. S. Robots un sólo robotista que sepa lo que es un campo positrónico ni como funciona. Yo tampoco lo sé. Ni tú”  (Ibídem, p. 123).

 

Cada uno de estas citas muestra la idea que del cuerpo humano tiene Isaac Asimov. Su concepción de robot y de la robótica no implica una extensión de las capacidades del ser humano, la cual sería una fase prototípica que posiblemente estemos viviendo en la actualidad.

 

Más bien, la concibe como una especie artificial, tecnológica, que evoluciona a partir  de  la imitación no sólo del cuerpo, también de la mente humana (Block, 1995) pero que posee su desarrollo propio. El escritor coloca a un mismo nivel de especies pensantes al ser humano y al robot pero limitando las  posibilidades de acción del robot bajo la aplicación de tres leyes no naturales, acuñadas por el mismo Isaac Asimov como Las Tres Leyes de la Robótica:

  1. “Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inanición, dejar que un ser humano sufra daño.
  2. “Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto cuando estas órdenes se oponen a la Primera Ley.
  3. “Un robot debe proteger su propia existencia hasta donde esa protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley” (Ibídem, p. 7).

 

La impresión de estas leyes en el cerebro positrónico, limitan la independencia de la especie robótica de la especie humana, que así conserva su dominio sobre el robot. El resultado es algo parecido a la esclavitud en el contexto humano, el dominio de un grupo sobre otro basado en nociones culturales y raciales.

 

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Buscamos inteligencia en el espacio, pero simultáneamente, el hombre busca crear a su imagen y semejanza a través de la tecnología, tal vez de forma inconsciente. La robótica pareciera ser el camino donde una nueva especie pensante se desarrolle.

 

–¡Hey! Daniel, detente. Es sólo ciencia ficción–me dirá, apreciado lector. Y sí, efectivamente, es ciencia ficción, pero usted observe el desarrollo de la tecnología: la mecánica en el Siglo XIX; la electrónica en el Siglo XX y la biología en este último siglo.

 

Cada uno de estos avances se ha incorporado al desarrollo de los robots, a excepción del último. Asimov lo vislumbró, sabía o por lo menos sospechaba, que tarde o temprano sería incluída, pues además de ser escritor, era científico; su especialidad: la bioquímica.

 

Revisemos los avances de la biología: la biotecnología, la ingeniería genética y genómica además de la bioinformática, la biología teórica, la genómica computacional, la astrobiología y la biología sintética. Todas estas disciplinas las aborda Isaac Asimov en algún lugar de  sus obras, incluyendo las de divulgación científica; se podría decir que es el Julio Verne del Siglo XX, con el respeto debido a los grandes exponentes de la ciencia ficción. Pero siguiendo esta tendencia, la posibilidad del cerebro positrónico o algo semejante se acerca, y con ello una nueva idea del ser humano, de su cuerpo y mente.

 

Lo que afirmaré seguirá siendo ciencia ficción para muchos,  pero cuando la mecánica, la electrónica y la biología se complementen; es decir, cuando se incluya material orgánico en la electrónica, se desarrollen circuitos integrados y principalmente microprocesadores con este material y se monten sobre estructuras mecánicas que simulen el cuerpo humano, entonces tendremos la concepción del cuerpo humano de Isaac Asimov.

 

Y,  siguiendo la idea primordial que la vida siempre se abre paso, no descarto que bajo este esquema, los robots sean una especie artificial, tecnológica y pensante. Vendría  un gran cambio si esto sucediera, primero en todos los ámbitos humanos y posteriormente en los robóticos.

 

Bibliografía

 

3 comentarios en “El cerebro positrónico, una idea del cuerpo humano de Isaac Asimov

  1. Pingback: Índice #20 Cuerpo Humano | Kya!

    • Esa posibilidad, tal vez en la época de Asimov, sólo estaba latente. Sólo ojos expertos como los de Asimov pudieron vislumbrar esa posibilidad manifiesta en un futuro cercano. Una de las razones por las que considero a Asimov como el Julio Verne del Siglo XX.

      Gracias por la recomendación…

      Saludos, gsantini73

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