Calibán y su espacio

Por: María Alejandra Cabello

El símbolo del Calibán nace con el personaje ficcional de dicho nombre en la obra de Shakespeare, La Tempestad, representada por primera vez el 1 de noviembre de 1611 en el Palacio de Whitehall de Londres. Se dice que Calibán es un anagrama de la palabra caníbal, costumbre alimenticia adjudicada a la etnia amerindia Caribe en la época de la colonización. La palabra Caribe no sólo se refiere a la etnia, sino también al territorio que ocupaban -aunque no de donde originaban- y que por ende se denomina Mar Caribe. Este ha sido escenario de acontecimientos trascendentales a lo largo de la historia de la humanidad, comenzando por la doble apropiación del espacio que se presenta en la época de la colonia cuando los europeos le arrebataron el territorio a los Caribe, quienes a su vez ya estaban en proceso de conquista sobre dicho territorio que hasta ese entonces habitaban los indios Taínos. El Mar Caribe no ha dejado de ser escenario de una constante lucha por el poder. Por lo tanto, el vocablo Caribe ha ido adquiriendo una connotación más que todo cultural, aparte del “valor geopolítico del término, por ser además vocablo que identifica no sólo un mar de mucha importancia geográfica, sino también toda una región de enorme valor estratégico, político y económico” (Márquez Rodríguez, 2003). El Mar Caribe ha sido escenario de la convergencia entre razas (europeos, indígenas y africanos) y su relación con el poder. Aunque no se puede determinar con certeza el origen remoto de la palabra Caribe, se cree que puede derivar del vocablo guaraní caribé, que significa poderoso señor, dueño de esclavos, guerrero valiente (Marcos A. Morínigo: Diccionario de americanismos).

Volviendo a la obra de Shakespeare, el personaje de Calibán es un esclavo deforme de rasgos animales a quien Próspero, Duque de Milán, ha dominado por apropiarse de su tierra, la isla desierta en la que ambos deben convivir. En dicho espacio también participa el personaje de Ariel, ser del aire, espíritu noble y sirviente de Próspero, quien le libera del poder agresivo de la bruja Sícorax, madre de Calibán y dueña de la isla antes de la llegada de Próspero. El triángulo que forman estos tres personajes ha sido asociado con la participación de las etnias indígenas, europeas y africanas en la época de la colonización. El personaje de Calibán representa el elemento de la tierra y su ferocidad bestial debe ser combatida, parafraseando a Retamar, “a sangre y fuego”. Mientras que el céfiro personaje de Ariel se mantendrá manso y pacífico ante el poder de Próspero. Ambos personajes son una representación de la percepción de los colonizadores sobre las etnias amerindias que encontraron en el Mar Caribe. Dicha percepción se difundió por Europa: Calibán como representación del caníbal y feroz Caribe y Ariel como el sumiso Taíno; del cual cabe destacar, ya era víctima de la agresividad y dominio del anterior.

En base a dicha lectura, Retamar identificó los pueblos colonizados con el personaje de Calibán más que con Ariel (como sugería Rodó) y es cuando el símbolo que hoy en día conocemos cobra vida. En mi opinión esta perspectiva ha sido tratada sólo en su superficie, tomando en cuenta la complejidad de la composición literaria característica de Shakespeare. Una versatilidad incomparable caracteriza la obra del escritor inglés. La riqueza del lenguaje que la construye cobra vida por una vena multicultural que sigue latiendo en todas sus obras y que permite multiplicidad de lecturas e interpretaciones. En este caso, bajo la lectura de Retamar nace un símbolo. Ya no estamos hablando de una interpretación sino de una representación sensorialmente perceptible de una realidad que ha perdurado en el tiempo. Pero el elemento multicultural de la obra de Shakespeare, a mi parecer, no simplemente puede ser enfocado bajo las diferencias culturales, sino que también podría extenderse hasta las distancias sociales y subculturas dentro de una misma cultura. Puede un hombre de poder tener mucha más afinidad con otro hombre de poder extranjero que con sus subordinados. En esta era posmoderna, una de las consecuencias más notables de la globalización es precisamente la multiculturalidad que no sólo ha invadido los territorios nacionales, sino también ha comenzado a modificar la percepción de una nación y su nacionalidad. En este caso, la permanencia del símbolo calibanesco ha sido perpetuada a través de la historia como imagen del esclavo exiliado -incluso dentro de su propia tierra-, personaje víctima del uso irracional del poder, pero feroz luchador contra la opresión. Lo cual ha creado una resistencia que aún sigue latiendo en Latinoamérica, incluso desde múltiples perspectivas y desde múltiples espacios simultáneamente.

Si bien el símbolo del Calibán que ha permanecido hasta nuestros días yace en el hecho de que el colonizador, en este caso personificado a través del personaje de Próspero, ha abusado del poder que le concede su sabiduría (representada por sus libros) y su magia para arrebatarle al nativo Calibán de su propia esencia, considero que dicho símbolo se ha sustentado a través de un enfoque limitado, aunque no inválido, de la obra y sus personajes. El enfoque que ha dado vida al símbolo está concentrado en la relación Próspero-Calibán; sin embargo, la raíz de dicha relación va inevitablemente sujeta al universo diegético de la obra, y en ella la participación de los demás personajes y su relación con el espacio diegético considero fundamentales. Es decir, que la relación Próspero-Calibán abarca también su interacción con los demás personajes y con el espacio ficcional de la obra (la isla), lo cual provee las bases de que dicha relación (próspero-calibán, colonizador-colonizado) sea tan determinante y por lo tanto tan explícita a la hora de hacer una lectura social de la obra, porque presenta la visión más clara y extrema del poder en la misma. Lo que el símbolo calibanesco parece marginar es la inevitable y relevante relación que tiene el poder con el espacio, y que por lo tanto la raíz de la enemistad entre Próspero y Calibán es la apropiación de la isla y lo que esta significa.

 No pretendo un análisis de La Tempestad, sólo propongo retirar el zoom del personaje de Calibán para obtener una visión un poco más amplia del universo diegético de la obra y poder demostrar la importancia del espacio en la formación del símbolo calibanesco y cómo la permanencia del mismo, aún en la actualidad, sigue atada a la relación sujeto-espacio. Volviendo a La Tempestad, recordemos que el personaje de Próspero ha sido también exiliado de su propia tierra, y peor aún, ha sido usurpado por su propio hermano: Carne y sangre (flesh and blood). Exiliado de su patria, Próspero naufraga en la isla que hasta entonces dominaba Sícorax, la bruja madre de Calibán y feroz conquistadora del espacio y del espíritu de Ariel. De entrada la obra presenta una eterna lucha por el poder sobre el otro, lo cual a su vez significa también el poder sobre un espacio. Por esta razón, considero que La Tempestad demuestra la otredad desde múltiples vértices. El uso –y abuso- del poder no sólo es reflejado en la relación Próspero – Calibán, sino también en la relación Antonio (hermano) y Próspero, él mismo y su hija Miranda; son relaciones que dentro de una misma descendencia presentan jerarquías y puestos de poder sobre los otros (Antonio-Próspero-Miranda). Ajeno a ellos, pero más cercano que los habitantes de la isla, están el Rey y sus súbditos, quienes navegan en el barco que Próspero (con la ayuda de Ariel) sumerge en la Tempestad para acercarlos a la isla, vengarse y eventualmente poder retomar el poder sobre su lugar de origen, volver a su patria.

 En la periferia encontramos el poder de todos aquellos personajes sobre los habitantes de la isla, Ariel y Calibán. Donde ya existía una apropiación del otro, quedando en el suelo de la jerarquía el espíritu de Ariel, pero este luego asciende al aliarse con Próspero en contra de Calibán. Incluso dentro de la jerarquía de aquellos que llegan en el barco, los borrachos Trínculo y Esteban, se presentan superiores a Calibán y consciente de ello, él mismo prefiere adorarlos para lograr su objetivo: eliminar a Próspero y retomar el poder sobre su lugar de origen, su patria. A su vez, referencias a la palabra esclavitud yacen en los diálogos entre Fernando y Miranda, quienes se entregan a servir al ser amado. La diferencia entre estos es que los primeros son impuestos y relacionados con un espacio físico mientras que los últimos son dispuestos y relacionados con el sujeto como un espacio. Sin embargo, de todas estas relaciones se extrae la jerarquía que presenta la obra y cómo en el trato entre dichos personajes se refleja la referencia a la otredad.

Claro está que la más extrema, y por más lejana estar, es la relación Próspero-Calibán, pero no por ello la hace única en toda la historia. La otredad es el reflejo de pertenecer a un espacio determinado. Cuando se intenta, ya sea por la fuerza o por libre albedrío, apropiarse o ceder, ese espacio es cuando el lente comienza a enfocar las diferencias, y se originan las disputas, la lucha, la opresión y por lo tanto la denigración tanto física como psicológica del que queda subordinado y pasa a ser ‘el otro’. En el caso de Calibán, es este el personaje marginado, muchas veces referido como ser deforme, un monstruo con rasgos animales, quizá descrito así desde la perspectiva del otro (Próspero y todos los que llegan de Milán) por su resistencia y la ferocidad con la que lucha por recuperar su espacio: Calibán: “yo, que fui mi propio rey; y tú me empocilgas / en la dura roca y me niegas / el resto de la isla” (12)

El eje conductor de las relaciones hegemónicas es el espacio, la apropiación del mismo, y lo que significa. El espacio habitado significa una interrelación con el(los) sujeto(s) que lo habita(n), individual y colectivamente hablando. Cuando ese choque cultural ocurre emergen las diferencias, y con ellas emergen también las exageraciones a la hora de referirse al otro.  Igualmente, diferencias emergen de las perspectivas desde las cuales se leen e interpretan las obras a posteriori. En el caso de La Tempestad, el nacimiento del símbolo del Calibán también tiene lugar en el espacio-tiempo desde el cual fue introducido y desde el espacio-tiempo desde el que sigue siendo reinterpretado. Así pues la relación Calibán-Próspero ha sido tanto símbolo de materialismo que amenaza lo espiritual (Rodó y Darío) como símbolo de marginación y barbarie, colonizador-colonizado (Ponce, Retamar y Zea) (Weinberg, 1944). De ambas ramas que toma no podemos eliminar la dicotomía, después de todo el símbolo Calibán emerge siempre en oposición al otro, Próspero. Por sí solos ninguno tendría significado.

Creo que el enfoque de la otredad y los problemas de identidad siempre han sido sujetos a las comunidades, mientras que estas a su vez no pueden ser disociadas de un espacio determinado. Cómo es que suele siempre el espacio colarse en los argumentos y discusiones sobre el tema de la identidad y el exilio, es algo que escapa de mi entendimiento. Es la relación sujeto-espacio la principal causante de las diferencias que expele el poder y por ello propongo un estudio más detallado del tema. Las dos interpretaciones del símbolo calibanesco tienen un punto en común, y es que ambas tienen origen en la apropiación del espacio, pero este no es sólo el espacio físico en el que uno o varios sujetos habitan y se desenvuelven. El espacio puede ser desglosado en varios tipos de espacio que conforman un concepto global y que va directamente interrelacionado con el(los) sujeto(s).

       En el caso de Latinoamérica, la huella que dejó la colonización nos mantiene en una posición de hibridez que aún no terminamos de asimilar –en unos países más que en otros-, ni mucho menos comprender porque nos perdemos en el intento de definir un pasado autóctono (prácticamente desconocido) al mismo tiempo que concretamos nuestra modernidad. Nuestro lenguaje, el mismo con el que Calibán maldice a Próspero, sigue siendo el lenguaje del colonizador. Su lengua es nuestra lengua, sus instrumentos conceptuales son nuestros instrumentos conceptuales  (Marsh, 1998). Por lo tanto, bajo dichos instrumentos conceptuales seguimos conceptualizados como el tercer mundo. Cabe destacar que el lenguaje es un medio de apropiación del espacio, y es exactamente esto lo que le permite a Calibán retomar el poder de su isla. Acción similar a la historia Latinoamericana.

       Tanto Rodó como Retamar intentan definir la identidad Latinoamericana. La diferencia está en que Rodó se enfoca en el pasado autóctono, en la celebración de las raíces mientras que Retamar, en vez de vanagloriar un pasado, ya hoy en día ambiguo, se enfoca el hecho de que la esencia del latinoamericano yace en la rebelión contra lo que no es: el colonizador. Es en la otredad que se define la identidad porque de ella extraes lo que no eres y comienzas a comprender lo que en realidad eres. En este caso lo que es el colectivo, y el medio es el lenguaje. A pesar de que Próspero le enseña su lenguaje a Calibán y le da el nombre (porque descarta su verdadero nombre), este lo utiliza como instrumento para enfrentársele y resistir. Su voz cobra validez y gana territorio en la lucha contra el opresor.

       Algunos teóricos como Peter Hulme, piensan que el símbolo de Calibán es una malinterpretación del personaje de Shakespeare. Personalmente considero que el símbolo ha sido una derivación de la obra de Shakespeare más que una malinterpretación. La interpretación o la visión desde la cual se asimila el personaje del Calibán en estas dos tendencias que fortalecen el símbolo que hoy en día conocemos, creó su propia voz e incluso se aisló del resto de la obra de Shakespeare casi para formar una especie de metatexto. Pienso que en base a una interpretación más profunda de la misma el símbolo variaría. Pero esto no quiere decir que el símbolo que hoy día conocemos sea inválido, al contrario, despertó en el discurso del latinoamericano una mirada al interior. Una necesidad por excavar la identidad propia luego de haber sido parte de un evento tan complejo como la colonización. El arquetipo conformado por Shakespeare, enriquecido por la reflexión latinoamericana, regresa al mundo para hablar de los problemas de identidad que surgen a partir de toda relación hegemónica (Weinberg, 1994).

       Algunos elementos que vale la pena destacar en base a La Tempestad y que enriquecen un poco el símbolo del Calibán al alejarlo de la mera relación colonizado-colonizador son por ejemplo, el hecho de que es descrito como un animal sólo porque los que lo ven son todos de la misma raza. En la obra los que vienen de Milán tienen el poder y por lo tanto la voz. Si fuese al revés, ¿no fueran ellos los vistos con rasgos disonantes? Por otro lado, el lenguaje empleado por Calibán es siempre poético. Habla en verso y ha recogido todo aquello disonante y espinoso en el lenguaje para componer un vocabulario propio. A pesar de ser subordinado es mucho menos vulgar que los personajes de Trínculo y Esteban, y si se hace una mirada más profunda incluso es menos vulgar que el resto de los personajes. Y si seguimos excavando en la obra de Shakespeare, seguiremos consiguiendo elementos que podrían desviar la configuración del símbolo calibanesco.

         Calibán es una mezcla curiosa de demonio, bestia y hombre. Él desea maldad, pero sólo porque es oprimido. Y ¿no es esto exactamente lo mismo que siente Próspero por su hermano? Las diferencias físicas no las hay, pero los sentimientos son los mismos y el motivo también: apropiarse de la tierra. El poder. Incluso Lamming, en su libro Pleasures of Exile (Los placeres del exilio) (1960) considera que la trinidad inseparable de La Tempestad es “tiempo, magia y hombre” (15). El océano advierte a Próspero del ahora, la magia le da el poder y el privilegio sobre el otro, pero es el hombre, o la imagen del otro (su hija Miranda y Calibán), quien representa su purgatorio viviente. Calibán, exiliado de sus dioses, de su naturaleza, incluso de su propio nombre, aún intimida a Próspero, porque este sabe que un encuentro entre ambos significa un encuentro consigo mismo (15). Ser un colonizado es ser un hombre de cierta relación, y esta relación es un ejemplo de exilio (236). La condición de exiliado no necesariamente va sujeta a la traslado de un lugar a otro. El personaje de Calibán demuestra que se puede ser un exiliado si haber abandonado el lugar de origen.

       Más que enfocarnos en las deformidades y diferencias físicas entre ambos personajes podemos verlos a ambos como sujetos a quienes se les ha arrebatado su espacio. Han sido violados de la libertad porque no son dueños ni de su propia casa. Su hogar ahora pertenece a otro. Y es que esto no es más que obra del poder. El poder no importa quién lo tenga, si es de una raza u otra, peor aún, y como mucho más suele suceder (sólo que no se enfoca tanto porque no hay diferencias físicas entre uno y otro para recalcarlo) entre la misma raza o cultura –familia-, como ocurre con Antonio y Próspero. El poder es el que deforma, tanto física como mentalmente. Esa condición humana es lo que para mí refleja, en términos generales, la obra de Shakespeare.

       Independientemente de las interpretaciones o visiones  (considerando el momento histórico en el que fueron creadas y asimiladas) que emergen del símbolo del Calibán, hoy en día continúa latiendo dicho símbolo bajo la piel de la creación literaria latinoamericana. Lo que en cierto modo refleja una apreciación de la realidad actual que viven los autores de donde provienen dichas creaciones literarias. Entonces, ¿cómo es que seguimos hundidos en los eventos históricos mientras que la literatura contemporánea, como termómetro social, detona la permanencia del símbolo en distintas formas de expresión? ¿No vive hoy en día la creación literaria caribeña (y latinoamericana) –no vivimos- una tempestad?

       La producción literaria latinoamericana, en especial la caribeña, no sólo mantiene residuos de los hechos históricos de la colonización, sino que se le han ido sumando los acontecimientos históricos desde aquel entonces hasta ahora. Aunado a esto, y simultáneamente, las naciones caribeñas han sido afectadas –y seguirán siendo afectadas por- una serie de eventos mundiales que hoy en día atacan incesantemente las relaciones hegemónicas para desglosarlas en infinitas vertientes porque hoy en día el mundo entero está interconectado. La virtualidad de la era digital, aunado a una serie de eventos de movimientos de masas, transculturalización, asimilación, entre otras, han transformado no sólo las naciones sino también a los sujetos de las mismas. Ya el espacio existencial (Norberg-Schulz, 1975) de cualquier sujeto en cualquier nación es constantemente cambiante, un símbolo como el del Calibán no puede seguir anclado en la historia, tiene que evolucionar hasta nuestros días y asimilarse, sin olvidar claro está, de donde proviene. La percepción del mismo ha cambiado porque ya hoy en día, aunque latente aún, el símbolo Calibán ha sufrido ciertas transformaciones.

       Para ejemplificar la permanencia del símbolo, voy a enfocar la literatura cubana. Cuba no sólo tiene las cicatrices de la época colonial, como toda Latinoamérica, sino que también tiene la Revolución cubana como otro evento histórico trascendental. Cuba es el ejemplo de la total liberación del otro, en términos de los personajes de La Tempestad, Calibán retomó el poder sobre su tierra. A partir de la revolución se puede considerar una división en la creación literaria cubana: la que se produce dentro y la que se produce fuera de la isla. A partir de 1959 se puede hablar de una literatura de la diáspora cubana. Mayormente, el enfoque de los estudios literarios recientes se ha fijado en los problemas de identidad que ha causado esta división, aun cuando la raíz de estos problemas nace en el lugar de origen. Cuba como espacio, ha demostrado ser un elemento crucial y constante en su literatura, tanto para la que se produce en la isla como para la que se produce desde el exilio.

       Un buen ejemplo de que el símbolo calibanesco aún late en la producción literaria contemporánea es el personaje de Rey en la obra del autor cubano Pedro Juan Gutiérrez, El Rey de La Habana (1999). Esta obra es la segunda novela del ciclo que el controversial autor ha dedicado a Centro Habana. Ciclo que ha sido clasificado por su tradición literaria hilvanada alrededor del realismo sucio. Tras la narración lóbrega que caracteriza el estilo narrativo, se desenvuelve la historia de un joven, Reynaldo, quien queda huérfano a los trece años tras la trágica y grotesca muerte de sus únicos familiares. El accidente, se puede decir, una extensión de su ya desdichada infancia, le conduce hacia el abandono y la soledad en la que se ve obligado a sobrevivir la mayor parte de su adolescencia. Inicia su rumbo con el traslado a un correccional ubicado en las afueras de La Habana del cual escapa con apenas diecisiete años para sobrevivir deambulando entre los callejones de su reino oscuro, Centro Habana: parte de una ciudad derruida, escenario de personajes “irregulares” de la sociedad que tratan de subsistir al límite de la  pobreza.

Considero que el personaje de Rey es una representación del símbolo del personaje de Calibán adaptada a la actualidad. Ambos son personajes marginados, oprimidos, despreciados. Los problemas de identidad surgen de toda relación hegemónica, y en la obra de Gutiérrez el poder, aunque no aparece personificado, es una jerarquía definida a través de las clases sociales. El personaje de Rey está, al igual que Calibán, en el punto más bajo de la jerarquía. Es el ser marginado de hoy en día, el pobre más pobre, el indigente. Es importante determinar que de esa posición -aunque representada a través de la ficción- somos todos testigos de que es una realidad y que no sólo concierne a Cuba sino a muchos otros países. Esto quiere decir que en nuestras sociedades estamos expuestos al símbolo que representa el personaje de Calibán, aún existe –y seguirá existiendo- el abuso del poder. En la obra de Gutiérrez ya la opresión no es representada por un otro extranjero, el otro es acá el mismo cubano, y la relación hegemónica se da dentro del referente extratextual de La Habana de 1998.

La voz del narrador nos presenta un personaje degradado al que describe con rasgos animales al calificarlo constantemente como perro, marrano, cachorro, tigre, vaca, mono, etc. e incluso cuando sale de espacios reducidos y oscuros “volvió a sentirse una persona, porque en el calabozo ya olía a cucaracha, pensaba y se sentía igual que una cucaracha” (18),  lo cual nos recuerda al deforme y monstruo Calibán.  El personaje de Rey como sujeto indigente pertenece a los estratos más bajos de la sociedad. Al igual que Calibán, es un ser oprimido, en parte esto lo incapacita de poder desarrollar algún tipo de espacio cognoscitivo (Norberg-Schulz, 1975), lo cual lo esclaviza aún más. Vive entonces en el minuto presente tratando de olvidar, sin soñar ni pensar. De la pobreza mental y psico-emocional del sujeto nace el desinterés -o la ignorancia- por el nivel exterior de la isla. Espacio que paralelamente lo va degradando hasta un estado animal por la falta de un centro, la morada. Y en un plano más amplio, la falta de patria como centro y motor del sentido de pertenencia y patriotismo. El personaje de Rey, al igual que el de Calibán, es un exiliado dentro de su tierra. Es preso del exilio interior.

Este tema que perfectamente aplica a la literatura cubana del exilio e incluso a la producción literaria de otros países que han pasado, o están pasando, por situaciones similares.  El caso de Cuba es uno especial. La liberación del otro que trajo consigo la Revolución cubana produjo un efecto doble: la diáspora cubana y la isla como cápsula, ajena a lo que le rodea. El primer efecto trajo consigo la trasplantación de la cultura cubana a múltiples espacios. Podríamos considerar que la cultura cubana en el exilio se ha sostenido a través del mismo mecanismo que hoy en día confieren las redes sociales virtuales. Una constelación de múltiples nodos esparcidos alrededor del mundo ha sido capaz de trasplantar la cultura cubana, pero esto a su vez implica una transculturalización de la misma. Un híbrido surge. ¿No está ocurriendo esto con otras culturas? ¿mexicana, colombiana, venezolana?

¿Desde el símbolo del Calibán, cómo encajaría dicha posición? Calibán hubiese sido exiliado de su propia tierra y entonces la furia y la desesperación hubiesen sido aún más enervantes ¿Y no es precisamente esto lo que le ocurre al personaje de Próspero? Quien ha sido forzado al exilio y usurpado por su propio hermano. ¿Un hermano, un compatriota, un venezolano, un cubano? En mi opinión, y lo que logro interpretar de la obra de Shakespeare, es que el poder no tiene raza. Acá el término conceptual del Calibán no implica el esclavo, aunque en cierto modo puede ser visto de esa manera, es una simple visión de un ser aplicando las mismas técnicas de abuso de poder sobre otro de su misma tierra. Acaso algunos no estamos siendo expulsados de nuestra propia tierra, de nuestra propia comunidad, de nuestras casas, de nuestros cuerpos, de nuestra mente. Los distintos espacios que componen la relación sujeto-espacio son claves para comprender que aniquilar el espacio equivale a aniquilar al sujeto y cuando esta acción se toma en masas se aniquila también la identidad de una nación. Lo cual tampoco se aleja mucho de los hechos históricos que marcan la colonización.

Hoy en día el panorama no es muy distinto, naciones como Cuba y Venezuela, nos independizamos del colonizador, retomamos el poder de nuestras tierras para hacer exactamente lo mismo por lo que tanto ofrecimos resistencia. El poder tiene una particularidad, y es que no importa las diferencias que puedan existir entre los seres humanos, muchos se convierten en lo mismo cuando lo obtienen. El ego es tan poderoso que es capaz de transformar eso que por lo que tanto lucharon por exterminar. Y es precisamente este tema, el abuso del poder, el que conduce mi interpretación de la obra de Shakespeare. No importa si es Calibán, Próspero, Antonio, o Ariel, lo que importa es su relación con el poder. Por esta razón, hoy en día la resistencia calibanesca sigue latiendo desde múltiples espacios simultáneamente.

BIBLIOGRAFÍA:

  • Bates, Alfred. The Tempest. An analysis of the play by Shakespeare. The Drama: Its History, Literature and Influence on Civilization, ed. Alfred Bates. London: Historical Publishing Company, Vol. 13.  (1906): 183-188.
  • Beck, Barry. “Shakespeare’s The Tempest. A Jungian Interpretation” http://pandc.ca/?cat=carl_jung&page=the_tempest [Consulta, 2011 agosto]
  • Fernández Retamar, Roberto. “Calibán. Apuntes sobre la cultura de nuestra América” (La Habana, 1930).  http://www.literatura.us/roberto/caliban2.html [Consulta, 2011 octubre]
  • Gutiérrez, Pedro Juan. El Rey de la Habana. España: Editorial Anagrama, 1999.
  • Márquez Rodríguez, Alexis. “Caribe, una palabra de varios y profundos significados”. Unidad en la diversidad. Portal informativo sobre la lengua castellana. Opinión (2003, septiembre)
  • Marsh, Rod. “Lecture on Ariel (1900) and Calibán (1971)” (1998)
  • Norberg-Schulz, Christian. “Existencia, Espacio y Arquitectura, Nuevos caminos de la arquitectura”. Blume, Barcelona, 1975
  • Shakespeare, William. La Tempestad. www.madactions.com/docs/the%20tempest_esp.pdf [Consulta: 2011, sept.]
  • Weinberg, Liliana. “La identidad como traducción. Itinerario del Calibán en el ensayo latinoamericano.” E.I.A.L. Estudios Interdisciplinarios de america Latina y el Caribe, Vol 15 (1994)

Referencia de imagen:

1. http://bloggingshakespeare.com

Referencia video:

2. http://www.joblo.com/video/player.php?video=Tempest_EPK_21_caliban

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