Por Leonardo Cerero
Parece ser que con cada campaña política nueva, nuestras esperanzas políticas se agotan. Siempre es el mismo discurso prometedor y de renovación política por parte de los candidatos. Las maniobras políticas nunca cambian, como tampoco los males que acongojan a la sociedad que planean convencer. ¡Prometemos que este año tendrá agua Iztapalapa!, pero continúan con esa carencia por años. Las campañas para la elección para gobernador del Estado de México fueron un ejemplo de esa persistente manera de convencer a las masas.
Pancartas, anuncios, espectaculares, playeras y gorras con el nombre del candidato y los colores de su partido, adornan nuestras calles en tiempos de elecciones. Nuestro país ha adoptado un sistema político democrático. En la democracia el poder reside en la soberanía del pueblo. Es decir, el pueblo tiene el deber de elegir a sus líderes.
La democracia es un tipo de sistema político que fue creado en la antigua Grecia, donde sus sociedades eran muy reducidas a comparación de las nuestras. Es muy probable que la democracia pudiera haber funcionado en una sociedad con menos habitantes. La decisión se divide entre menos personas y se puede llegar a una decisión general que convenga a todos.
Hoy en día podemos decir que la democracia es una asincronía. Es decir, que es una forma de gobierno fuera de tiempo. Pudo ser fácil aplicar esta forma de gobierno en una sociedad griega, donde existía un número mínimo de votantes Mujeres, ancianos y esclavos no votaban. Sólo los varones jóvenes y libres.
Para encontrar la democracia en una sociedad tan vasta como es hoy la sociedad mexicana, se debería implementar otra forma de demostrar superioridad. El voto parece ser que es corruptible, corrompible y manipulable. Lo único que nos ha enseñado el voto a través de la vida política mexicana, es una y otra manera de evitar a toda costa la democracia. Confundir al votante, comprar al votante, manipular al votante, amenazar al votante, han sido formas de “democracia” que las masas han conocido.
“Táchele el que no le gusta”, les decían. “Póngase esta gorra de mi candidato y le doy una torta” nos dicen. El juego democrático no ha cambiado, solo se ha nacionalizado. Existen las viejas historias del robo de urnas electorales, cuando un grupo de personas, pistola en mano, se llevaban las cajas para cambiarlas por otras, llenas con votos prefabricados. Las urnas embarazadas son antiguas en el negocio democrático, son las que llegan ya con un número significativo de votos a las casillas. El carrusel electoral consiste en que un grupo de militantes del partido visite muchas casillas el mismo día y vote en cada una de ellas, cómo no. Es muy reconfortante saber que el mexicano ha aportado nuevas prácticas en la democracia moderna.
No podemos olvidar el fraude electoral ocurrido en 1988. Cuando Cuauhtémoc Cárdenas iba arriba en el conteo electoral para presidente de la república, parecía que era la entrada inminente de la izquierda al poder. Pero la avaricia del PRI le dio otro sentido a la democracia. Le puso el nombre de Carlos Fraude al “triunfo” priísta de 1988.
En el año 2000 muchos estaban convencidos que el objetivo central de las elecciones era derrocar al PRI. Así llegamos a la creación de otra forma democrática: el voto útil. Quiere decir que el votante no está a favor de lo que un candidato predica y ofrece, pero está dispuesto a votar por él con tal de quitar de la silla presidencial a un partido democrático monopolista. Es decir, preferimos unirnos en favor del candidato que presenta la mayor oposición en contra del partido monopolista. Y así es como por primera vez en la historia política de México, en el año 2000, con el triunfo de Vicente Fox, se cambia al partido de la presidencia. Se expulsa al PRI de Los Pinos.
No fue por una práctica democrática saludable, en el mejor sentido y significado que se le pueda dar a la democracia. Sino que mas bien se empleó la ventaja de «mitad más uno» para poder cambiar el monopolio democrático (otro termino acuñado en tierras democráticas mexicanas) que existía.
Ya luego para el año 2006 nuevamente nos encontramos las caras de los presidenciables. Pero esta vez parece ser que el sentimiento popular es el de seguir con el cambio y jugar saludablemente a la democracia equitativa.
Hago alusión con este término de «democracia equitativa» al hecho de que el pueblo quería que la batuta cambiara de partido nuevamente, para darle la oportunidad de demostrar sus capacidades de gobernar. En esta ocasión, el candidato del PRD, Andrés Manuel López Obrador, parecía ser la carta fuerte de los soberanos mexicanos.
Pero nuevamente la incapacidad de democratizar los procesos electorales por parte de nuestro gobierno, nos lleva a un nuevo choque político entre los partidos inmiscuidos. Parece que otra vez el pueblo se queda con las ganas de practicar la democracia, puesto que el partido que buscaba pureza y claridad democrática en las elecciones de 1988 (el PAN), tiene otros planes para la vida política del país. “No hay que cambiar el caballo, sólo el jinete” decía Vicente Fox con referencia a las elecciones de ese año. Cuanta razón tenía el señor Fox, solo que no contábamos con que el nuevo jinete, Felipe Calderón, ni siquiera alcanzaría a sujetar las riendas.
La democracia puede tomar otros caminos para buscar esa veracidad de resultados que todos esperamos. Por ejemplo, en Bolivia, previo a las elecciones que ganó limpiamente Evo Morales, se llevaron a cabo acciones de inclusión democrática. Hubo brigadas de información en Bolivia que enseñaban a los indígenas de las montañas y planicies a votar.
Se dieron pláticas sobre la importancia de su participación, como también la necesidad de que participaran de manera correcta. Se hicieron simulacros de votación y se revisaron las boletas. Esta es una manera de incluir a todos los individuos pertinentes a este juego democrático. Es una vía necesaria para poder llevar a cabo unas elecciones justas y objetivas.
Cuando salgo a la calle en tiempos de elecciones y veo las caras y nombres de los candidatos, lo único que encuentro es cansancio político. Me siento cansado de sus mentiras, de sus chismes, de las propuestas que firman y que no firman. Me cansan las mismas insinuaciones de crecimiento político en su partido, de su reivindicación recurrente con cada juego electoral.
Cuando veo la propaganda que se convertirá en basura de coladera en unos meses, siento que ya no quiero creer en la democracia. Me siento cansado de ver los mismos problemas y carencias sociales que siguen existiendo por generaciones. Generaciones que han sido engañadas políticamente desde hace más de cincuenta años. Yo no te invito a que votes o a que no votes, es la primera elección que debes tomar, querido lector.
Pero te recomiendo que estés enterado de lo que ocurre en tu país y en tu gobierno. Es bueno conocer la democracia en propia piel y sentirte contento o decepcionado por el resultado. El juego de la democracia puede ser una actividad social que te hace sentir parte de tu sociedad, pero también puede convertirse en la práctica política que te aleja de ella.
Es un juego que puede mostrarte lo insignificante que es tu poder democrático como ciudadano soberano, como también puede ilusionarte con la idea de que un buen líder llegará próximamente. Pero lo que es un hecho, es que es una práctica política difícil de llevar a cabo en una sociedad tan numerosa como la nuestra. Con tantos individuos votantes, tomando en cuenta que cada uno de ellos tiene ideas, sueños y deseos diferentes, resulta muy difícil llegar a una opción que convenga a la mayoría. Siempre existirán las minorías, las que siempre pierden por default, y siempre habrá mayorías aristocráticas que son las que usan a la democracia como una medida de control social.